Comienza, con afán inusitado -me dicen que ya estamos a 3 de enero- el año 2025 y hay que mirarlo con optimismo, con aliento, con ganas. Que no nos vaya a ocurrir lo que le sucedió a fines del siglo pasado a un “parcero” y compañero de labores en una palmera, quien se recostó temprano en su silla, con los ojos aún pintados de rojo por cuenta de un largo y etílico puente festivo de fin de año, y extendió los brazos -como para medir distancias en medio de un sonoro bostezo- y sentenció: “lunes 5 de enero, 8 a.m., se fue este año y no se hizo nada, hijueputas”, con tan mala fortuna de que en ese preciso instante entraba Rubén Darío, el gerente, (cosa que nunca hacía al área de servicios generales) y al punto le increpó: “se ve que tiene muchas ganas de trabajar este año, doctor Navia” y el infortunado casi se cae de la silla y al instante se le borró el guayabo, del susto.
Y algo me ocurrió en pleno Mundial de Italia 90, partido inicial, frente a Emiratos y fui con mi jefe, la directora de impuestos distritales (yo era el secretario) a pasar revista por las oficinas y nos topamos con un nutrido grupo de funcionarios viendo el partido en un TV de bolsillo que se levantaron y al punto exclamó ella: !señores, después de esto qué sigue, ah! y el más veterano y valiente de los inspectores de impuestos -con el blindaje que le proporcionaba el hecho de ser de carrera administrativa- se levantó de su silla, le hizo una venia y le respondió, con singular desparpajo: “doctora, sigue el Noticiero”. Y parece que entonces había arrestos para el humor, a pesar de que estábamos trasegando por una época tenebrosa, cuando mataban a candidatos presidenciales a diestra y siniestra y el “patrón del mal” tenía arrodillado el país a punta de dinamita.
Cambiando de tema, siguiendo las voces de The Economist, la palabra de moda del 2024 que se fue es kakistocracia: del griego kákistos (lo peor) y Kratos (gobierno), que nos cae como pedrada en ojo tuerto, pues da la casualidad de que esta Patria tiene, hoy por hoy, el gobierno más perverso, pero a pesar de esa desgracia debemos ser optimistas, porque los buenos ciudadanos somos más, los políticos y parlamentarios honestos son más -eso parece- y nuestro sector empresarial es resiliente y tenaz a la hora de tener que hacer reingeniería -reinventarse- para llevar de cabestro a un brioso corcel llamado Colombia, que debe atravesar parajes enrevesados y cañadas profundas y traicioneras.
Y debemos estar expectantes, como lo barruntara Álvaro Gómez en 1986, al aceptar su segunda candidatura presidencial, cuando descrestaba al auditorio con su soberbia retórica expresando que “el Partido Conservador está anhelante, como parece estar anhelante la naturaleza poco antes del amanecer”. Aunque, en las actuales circunstancias, más que de Partido Conservador -que no sabemos dónde está parado- habría que hablar de “coalición de matices de derecha”, que es lo que va despuntando para cambiar el fatídico experimento de “cambio” que se inventó la izquierda radical para cautivar a idiotas útiles y llenar -junto con papeletas espurias- las urnas en las últimas elecciones presidenciales.
Post-it. No imagino cómo serían las fiestas de Navidad y fin de año sin Gustavo Quintero y Rodolfo Aicardi cantando… héroes nacionales, y antihéroes los futboleros de la radio, que no nos dejan descansar 24, 31, ni Jueves y Viernes Santos. ¡Tened piedad de nosotros!