La edición especial de Semana (No. 1934) contiene escritos de interés y trascendencia y conviene examinarlos de modo selectivo. Un tema de relieve, en 2019, fue la probable corrupción en altos mandos del Ejército Nacional traducido afortunadamente en pocos casos, identificados y se adoptaron medidas correctivas y sanciones; ojalá, de ser necesario, se profundice aún más y se conozcan resultados.
Otro caso envolvió al general Nicacio Martínez, la autoridad militar del mayor nivel, en instrucciones, a los subalternos, de “duplicar las bajas y capturas”, lo cual se considera estímulo a la resurrección de los “falsos positivos” de tan ingrato recuerdo y condena. Se entiende que tal instrucción se eliminó y resta, como observación mínima, preguntarse cómo fue posible incurrir en tal equivocación en vista de tan grave antecedente. Daniel Coronell estima que Jorge Mario Eastman no era el investigador adecuado, piensa “que la historia fue engavetada para ayudar al Gobierno”. María Jimena Duzán respalda “a los oficiales del Ejército que valientemente denunciaron a NYT (New York Times) la existencia de nuevas directrices que podrían revivir los falsos positivos”.
Alfonso Cuéllar, columnista de Semana, desde esos lejanos días, sostiene que “Mindefensa debe irse”, es decir, Guillermo Botero, lo cual ocurrió y da a entender que lo mismo debe verse con el general Nicacio Martínez, así sucedió, por “razones personales”: hubo respaldo presidencial en ambos casos. Un segundo tema es el resumen de la historia de las Farc y la interpretación de la controversia entre Ricardo Londoño, Timochenko, e Iván Márquez: no sorprende la evolución hacia atentados personales y es difícil comprender la adhesión al sistema comunista de algunos de sus miembros en vista, por ejemplo, de la transformación observada de China y Rusia.
Un escrito realmente desilusionante es el titulado “Los dioses decapitados” de Catherine Nixey: los cristianos, al imponerse, destruyeron, en el sentido exacto de la palabra, el mundo clásico. La destrucción incluyó “estatuas y edificaciones, también quemaron libros y sobreescribieron sobre ellos, mataron personas, las persiguieron y las obligaron al exilio”. Se atacaron “una colosal estatua de Atenea en el siglo II”, el Partenón de Atenas, el templo de Serapis y nada menos que la biblioteca de Alejandría. Murieron inocentes y la persecución duró varios siglos; lo anterior induce a recordar que Alejandro Ordóñez, embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos (OEA) fue sindicado de quemar libros ¿es cierto? Lo positivo de La Edad de la Penumbra, de autoría de Nixey consiste en solucionar deficiencias culturales. La sección final del texto de Semana se refiere a “Las 100 empresas más grandes de Colombia” con el petróleo a la cabeza: sigue la dependencia de las actividades primarias.