¿”Blancos enojados”? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Agosto de 2016

En el proceso para elegir al sucesor de Barak Obama, -buen presidente-  excelente orador y primer hombre de color en representar a sus compatriotas, está el  candidato Donald Trump, republicano reciente, quien disiente del Papa, considera débil a  la nación, ineficaz a la justicia, torpes a los funcionarios, corruptos a los militares, promete construir muros, terminar convenios comerciales, desmantelar el Tratado del Atlántico Norte, acabar con los yihadistas a mazazos, alterar las  relaciones internacionales, someter a los pueblos y gobiernos de Latinoamérica a su arbitrio, se apoya  en “blancos enojados”  a quienes  les dice “tienen que creerme” para involucrarlos en su campaña de salto al vacío. Parte de éstos lo respaldan sin rechazar su demagogia. 

Sus votantes provendrán no solamente  del grupo así denominado. Habrá quienes quieran “autoridad,”  otros que gustan de  la camorra y la estridencia,  migrantes con  residencia que piensan que les va mejor si  cierran fronteras,  importándoles  un bledo las posibles  violaciones de los  derechos humanos y los que irradian pesimismo considerando que si pierden una crisis de gobernabilidad  afectaría  a Norteamérica y al mundo.     

Los  habitantes del planeta estamos relacionados con los Estados Unidos. Si este país relativamente joven no existiera sería peor el desorden mundial. Es una nación que defiende los  valores fundamentales, obtuvo su independencia, salió bien librado de la guerra civil, se industrializó, superó la gran depresión, triunfó en las dos guerras mundiales, en la  fría, mientras el comunismo rampante desaparecía de la tierra y el capitalismo se socializaba. Allí  millones de inmigrantes han construido sus hogares,  entre ellos miles de colombianos.

En los Estados Unidos existen desigualdades internas, violencia,  rezagos de conflictos raciales y droga. Los cincuenta Estados de la Unión muestran diferencias, hay inconformidad en sectores de la población porque  los gobiernos no siempre aciertan. Sin embargo es una potencia con ideología, sobresale con cultura,  centros académicos de primer orden, investigación científica, innovación, tecnología, ciudades y campos en  movimiento así como en influencia.  Mandatarios demócratas y republicanos,  apegados a los valores de los fundadores,  han trabajado dentro del marco constitucional.

No vivimos en Estados Unidos, ni sufragamos en sus elecciones pero  anotamos desde afuera la conveniencia de que gane Hillary Clinton porque ella   lleva la antorcha comprometida con la democracia: “no construiremos un muro, sino  la economía para aumentar el  trabajo bien pago.”

El resultado  definirá la relación entre el poder y  los principios. El terrorismo del Estado Islámico, en guerra contra el planeta, no terminará con amenazas, ni el orden mundial se conseguirá bajo un esquema discriminatorio como tampoco coincidirán los negocios  múltiples de Trump en países subdesarrollados con el interés general. En los discursos pronunciados en  las dos convenciones partidistas los lenguajes contrastaron y los perfiles resaltaron. No es comprensible clamar por la división,  sino preservar  la unidad nacional.