La capital colombiana ha sido víctima de terremotos en la época del ruido, del bogotazo el 9 de abril, de incontables desastres y calamidades. Afortunadamente ha soportado y asimilado cada tragedia.
De un tiempo para acá, cuando ya los alcaldes han salido peores que las tragedias.
Sin ir muy atrás, muchos de sus burgomaestres han frenado a la “Atenas Suramericana”. Solo buscaban llegar al “segundo puesto” más importante, que les abriera las puertas de la Casa de Nariño. Petro, Peñalosa y López, últimos inquilinos de la en Casa Liévano, no han dejado grata recordación.
Con Claudia, la gente ve con estupor cómo se derrumba la ciudad de sus anhelos. Con ella, buena estudiante, aplicada, excelente y dura columnista, se esperaba que sepultara los errores de Peñalosa. Pero se ha enredado. Sus actuaciones van en contra de lo que la gente quiere. Un enmarañado tráfico, un POT dudosamente aprobado, enigmáticas decisiones, etc.
Su única obsesión es el carro. Detesta las cuatro ruedas. ¿Qué le sucede? se pregunta la gente. ¿Algún trauma de juventud? Nadie entiende lo que le pasa. Olvida que el carro es una necesidad, un bien que emplea la gente para sobrevivir, que hace parte de la vida de quienes la eligieron.
Inauguró su mandato obstaculizando las vías, dejándolas inservibles, llenas de huecos, achicándolas -mientras el parque automotor se multiplicaba-. Irónicamente dijo que no tapaba los millones de huecos, que agravan el tráfico, porque no estaba para cuidar los rines a los ricos, esos que al parecer le causan urticaria y sarpullido.
Obvio que Bogotá está atestada de carros, porque desde Juan Martín Caicedo no se construye una sola vía racional.
Creyó que el odioso pico y placa, par e impar durante todo el día, solucionaría la inmovilidad en la capital. El trancón se agudizó, mientras mantiene los impuestos que ahora pagan los carros parados. Se inventó sí, un impuesto fantasma que permite violar legalmente el pico y placa. Los bisoños a los que les ha encomendado organizar la movilidad aumentaron el desastre. No saben de eso. Les quedó grande.
Ordenar los camiones, tractomulas y los carros surtidores de tiendas y negocios en horas nocturnas habría permitido descongestionar las vías arterias y avenidas que Claudia angostó.
Quiere trepar a todos en bicis, para que en medio de la lluvia y el frio, enfermen. La alternativa es utilizar el “trans-atraco público”, para que pillos y asesinos ejerzan su oficio.
Esto se le salió de las manos, pero la excesiva publicidad de sus medios amigos, la absuelven.
El derrumbe de Bogotá, dice en las encuestas que todo es un caos, la administración, la movilidad y la salud. El 88% se siente inseguro, porque el crimen impera en toda la ciudad.
Esta ciudad merece otro destino, otra dirigencia y otro mandatario… ¡pero a Claudia le faltan 2 años!
BLANCO: Felicitaciones al Muro, por sus 12 años. Buena esa Norberto.
NEGRO: El rudo golpe de Maduro y Diosdado a la libertad de prensa.