En el Brasil, país planetario, todo es gigantesco. El Amazonas, el río más grande del mundo, sus montañas inabarcables, sus llanuras anchas como un siglo, sus costas tormentosas. A pesar de esto, lo más trascendental y valioso del Brasil es “el elemento humano”. Cuando pisé por primera vez Río de Janeiro, constaté algo sorprendente: al brasilero nada le queda grande. Con asombrosa energía ha sometido una naturaleza indomable y bravía. Cuando España y Portugal dominaban al mundo, supo negociar pacíficamente con Portugal, la manera de conquistar a América.
Es tan inmenso el Brasil, son tan formidables sus accidentes geográficos, tan impetuosos sus ríos, tan desafiantes e intrincadas sus selvas, tan difícil el ambiente de muchas de sus regiones, que el célebre historiador Bukle, de reputación universal, escribió: “Si Dios creó el Brasil, los brasileros lo civilizaron y lo colocaron a la vanguardia del mundo”.
Con el prodigioso recurso de la “diplomacia”, Brasil ha ganado las batallas más resonantes del Derecho Internacional.
Colombia, también ha sido un país privilegiado por la Divina Providencia. Es impresionante, desde el punto de vista estratégico, su calidad de nación esquinera, en el poderoso continente suramericano. La fortaleza humana de su población ha sabido ganarse una posición de avanzada en el amplio y muy competido mundo hispanoamericano. La llaman la “Atenas del nuevo mundo” y la Venecia hispánica.
Culturalmente todas las repúblicas de origen hispano - portugués cuentan con titanes. Quizás por esta pasión, a veces hemos descuidado lo pragmático. Neruda exclamó: “Pudiendo ser ricos, preferimos ser poetas”. Los santos evangelios recuerdan: “… No solo de pan vive el hombre, pero también vive de pan…”
El trabajo de la diplomacia en estos países ha sido de enorme importancia. No siempre practicamos aquello de que “unidos somos más y valemos más”. Más pasionales, que cerebrales, gastamos grandes energías en lo “urgente”, postergando lo trascendental y perdurable. Lo expresado no ocurre con todas las misiones diplomáticas. Hemos contado con embajadores de sólido profesionalismo.
He tenido cercanía con muchísimos diplomáticos. La mayoría impactan por su inteligencia, cultura y perspicacia. Julio César Gómez Docente y su esposa, la dinámica Flavia, al finalizar sus cargos del Brasil en Colombia se quedaron para siempre en Colombia, decisión que emociona a los colombianos. En este momento son jefes de misión del Brasil en nuestra patria Luis Antonio y Agnes Baudino, quienes a pesar de las graves limitaciones que impone la “pandemia” en el universo – mundo, protagonizan multitud de gestiones en lo cultural, económico, social y personal. La trayectoria que tienen es de las mejores. Son emprendedores, imaginativos y productivos. Agnes, la esposa, ejecuta teleconferencias como directiva de la Asociación de Cónyuges de los Diplomáticos Acreditados en Colombia (ACDAC). Le colabora la exmagistrada Bebsi de Rodríguez. “Ibraco”, Instituto Cultural Brasilero, que llevó a cabo una degustación de vinos, con una concurrencia muy calificada. Esta diplomacia, que arbitra recursos con fines altruistas es digna de ser imitada.
El buen samaritano es el que dice: “No tengo más de lo que he donado”.