CAMILO HERRERA MORA | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Febrero de 2012

Nada de nada

Después del despliegue mediático del libro de Janne Teller, llamado Nada, hice la tarea de comprarlo y leerlo cuidadosamente gracias al tiempo que me dio la operación reglamento de los controladores aéreos, y quizá por ser como soy, básicamente me decepcionó.
En el mundo entero se ha dicho que será un nuevo clásico, que al ser prohibido le aportó un picante adicional y que sus recientes reconocimientos lo ponen en el listado de “se debe leer”, pero la verdad es muy distante de la calidad y bases filosóficas del Señor de las Moscas, con el que algunos lo han comparado.
El libro tiene una propuesta interesante y un desenlace fatal, que nos lleva a pensar que está pasando en Europa con los procesos educativos y la formación familiar, más que a tener reflexiones propias. Es evidente que las reflexiones que se plantean en la novela son profundas y nos estrellan con nuestra cotidianidad e imaginarios colectivos, mas no nos lleva a una indagación personal como se ha planteado.
Seguramente en Europa debe ser muy polémico por las claras implicaciones al postmodernismo que plantea, mas la aproximación desde una creencia moderna hace que muchos apartes queden sin sentido para el lector como en el caso de la bandera, el tapete musulmán o la misma inocencia de una niña. Es una reflexión de los imaginarios de la postmodernidad con los lentes de la modernidad; seguramente por esto tiene fascinado a los padres y muy poco a los jóvenes, porque simplemente nos los representa.
Esta nueva forma de filosofar los imaginarios colectivos llevándolos a la cotidianidad de unos niños daneses, es tan distante como el realismo mágico latinoamericano del siglo XX.
El texto es estupendo, bien redactado y traducido, mas el libro sólo nos deja la sensación que de verdad “nada” importa y que por más que enfrentemos nuestras creencias a la realidad científica del fin de los absolutismos, nos daremos cuenta de que hemos vivido en cuentos de hadas.
Lo dramático del libro es la realidad que intenta cubrir con un manto de cuento: las juventudes de los países desarrollados están entrando en una serie de descubrimientos, que los llevan a choques culturales sin precedentes y que terminan en formas de violencia impensables. Europa no sólo envejece, sino que cambia sus ideologías por razonamientos prácticos y sus estructuras de pensamiento e institucionales comenzarán a temblar desde sus cimientos, porque como la autora lo deja ver, ya nada tiene significado.
Colombianada. Para un colombiano no tiene significado un ataque guerrillero que mata niños, porque simplemente no tiene significado.
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