Las pruebas utilizadas en “selección” laboral inducen a error, pues ignoran que la corrupción de los “mejores” es la peor. Además, los “cándi-dos” “datos” que suministran muchos aspirantes, sesgando autoevaluaciones, currículos o referencias, afianzan ese fraude “procesal”.
Por defecto, nuestras respuestas tienden a sustraer aquello que ignoramos de sí, proyectar lo que preferiríamos ser o adaptarse para complacer a los demás (Ventana de Johari, 1955). Por eso objeto el fanatismo hacia los distorsionados hallazgos de las evaluaciones de personalidad, y los efectos secundarios de las panaceas que recetan sus informes de retroalimentación.
Diversos instrumentos psicométricos sopesan el esmero, la obsecuencia y la manía, entre otros factores. Un metaanálisis concluyó que la responsabilidad predecía el desempeño (The Big Five Personality Dimensions and Job Performance, 1991), pero otro cuestionó los beneficios del autocontrol, condenando la omisión de los costos vinculados a semejante “evolución” (The Intricacies of the Pursuit of Higher Self-Control, 2018).
Una gamificación del experimento de Milgram, que evidenció cómo la conformidad y la sumisión hicieron factible al nazismo, reveló que la obediencia -no la impulsividad- propiciaba el cumplimiento de las descargas “exigidas” contra terceros (Personality Predicts Obedience in a Milgram Paradigm, 2014).
A quienes presumen tener “músculo moral”, por gracia del autocontrol que se atribuyen, les cuesta negarse a seguir instrucciones (Virtue, Personality, and Social Relations: Self-Control as the Moral Muscle, 2001). Además, procurando demostrar mayor compromiso, pueden adoptar talantes inescrupulosos -especialmente en contextos competitivos, donde naturalmente emergen el egoísmo, la inequidad y la corrupción, aunque perjuren lo contrario-.
Esas personas son capaces de capitalizar su perfeccionismo en la planeación-ejecución, para reducir la probabilidad de que descubran los delitos en los cuales participan, como autores intelectuales-materiales. Además, apelan a su “buena” reputación para mitigar eventuales castigos.
Esto explica el injustificable “relativismo moral” del gobierno del cambio, que actuó como juez y parte al avalar la “incompetencia” de su embajador. También el nepotismo de la fiscalía, donde también han traicionado a la meritocracia y la legalidad -común denominador, en ambos casos-.
A propósito, la DIAN debería exigir polígrafo a los contadores, auditores y abogados, pues sus rasgos predisponen a la evasión (Neuroticism, Agreeableness, and Conscientiousness and Relationship with Individual Taxpayer Compliance Behavior, 2019).
Aprovechando que eliminaron el requisito o la barrera de acreditación de grado académico, para ingresar al SENA, la Reforma Laboral debería incorporar una diferenciación salarial, como múltiplo de nivel académico, para Profesionales, Magíster, PhD y PostDoc, respectivamente: que estudiar sirva como contrapeso del cargo-mercado.
Entre tanta corrupción por conformidad, o aparentar coherencia, recomiendo El Hombre Debe Ser Libre (Emerson); la autorregulación sólo contribuye a materializar metas: no distingue su validez ética, ni corrige el rumbo.