Dos candidatos de raigambre liberal, Iván Duque y Germán Vargas, hoy día se disputan los votos conservadores.
El asunto surge cuando la colectividad azul no pudo ponerse de acuerdo acerca de un candidato presidencial y resuelve dejar en libertad a su militancia para que decida entre éstas dos opciones.
La bancada conservadora en el Congreso de la República determinó irse en su mayoría con el exvicepresidente del gobierno de Juan Manuel Santos, mientras Iván Duque cuenta con los votos conservadores de Martha Lucía Ramírez, su fórmula vicepresidencial y el resto que no vaya con Vargas Lleras.
No se descartan así mismo, los votos en blanco y la posible abstención.
Falta ver qué piensan las bases y los que aún tienen claras las banderas de su partido, que no se dejan seducir por las dádivas y los beneficios particulares.
Escribe Manney Edwards en su artículo, Diferencias entre Conservadores, Liberales y Libertarios (12-03-2014), que "por desgracia, los conservadores modernos sufren el mismo defecto que los liberales; son estatistas. Es decir, quieren utilizar el poder del Estado para obligar a todos a comportarse de la manera que ellos quieren".
En consecuencia, el liberalismo propiamente dicho, con Humberto De la Calle como candidato elegido por consulta al interior del partido, ha tenido que soportar los desplantes de sus jefes políticos que tal como lo advierte el tratadista citado, lo dejaron solo para acomodarse a favor de otras candidaturas según su propia conveniencia.
Se les olvida que De la Calle además de ser un excelente candidato, no es para jugar con su nombre sino que posee inmensos méritos y un gran compromiso con el país dada su condición de exnegociador del proceso de paz, exvicepresidente, exregistrador, exministro, etc., etc; llamado a jugar un papel decisivo en los próximos cuatro años sea quien gane las elecciones.
Así las cosas, lo que sucede hoy día no es nada menos que la mayor crisis de los partidos tradicionales en la historia reciente.
¿Cuáles partidos? se pregunta la gente.
El Partido Conservador dividido y sin candidato propio, y el Liberalismo con candidato pero sujeto a la indisciplina y a la deslealtad de sus directivos.
Por eso los ciudadanos de bien, liberales y conservadores, por supuesto, debemos salir a votar pensando en el bien común, de manera imparcial y objetiva, para que el resultado en las urnas refleje la voluntad libre, espontánea y natural de cada quien y no el que le impongan.
A través de los debates hemos conocido las condiciones y calidades, argumentos y propuestas de los aspirantes.
Ahora se trata de elegir al más experimentado, con la visión de país más conveniente para los actuales momentos.
Votar sin miedo por el que de verdad queramos que sea nuestro presidente; es la única forma de preservar la democracia.
Un país en paz donde se respeten los derechos humanos y civiles sin excluir a nadie económico, social, religioso, política ni culturalmente, y sin diferencias de raza o de género.
Donde la expresión de la voluntad colectiva sea la de las mayorías espontáneas, libres y sin maquinaciones.
Donde se aplique la economía de mercado y exista una clara separación, independencia y autonomía de los poderes públicos al servicio de la sociedad.