Dije hace días que "un abanico de candidatos como el que existe hoy en Colombia es la mejor demostración de la libertad de pensamiento y del derecho a la libre expresión, al igual que la oportunidad de poder elegir el gobierno que más nos convenga".
Sin embargo, el común de la gente se ha encargado de sacar a relucir los peros, de cada uno de ellos, como el caso de:
Iván Duque, de quien se le reconoce su inteligencia pero se dice que "es de Uribe".
De Ordóñez, se dice que es estricto y estudioso, pero "sectario y fascista."
Martha Lucia Ramírez, con buenas intenciones pero "sin votos".
Gustavo Petro, primero en las encuestas pero "da miedo".
Fajardo con votos pero "se entregó a la izquierda"
De La Calle, el mejor pero "la gente no cree en el proceso de paz".
Juan Carlos Pinzón, buen ministro, pero "no se sabe quién le hizo creer que podía ser presidente".
Carlos Caicedo, figura nueva pero tan nueva que "solo lo conocen en su casa."
Vargas Lleras fue buen candidato, "tuvo su cuarto de hora pero no lo aprovechó", ahora no da confianza.
Todos tienen su pero, tanto así que el común denominador de los comentarios de "gradería", esa de las redes sociales donde cada quien dice lo que quiere,
no les destaca bondad alguna sino más bien, centra su atención en sus defectos no dejándole más alternativa al electorado que votar " por el menos malo".
Por supuesto, no compartimos esa posición, pues cada cual posee sus propias calidades, pero éstas desafortunadamente no se dan a conocer o por lo menos no se notan ni nadie se entera de ellas, debido la jauría de críticos que no satisfechos con solo murmurar, difaman, calumnian y denigran sin límite ni consideración, mientras los electores escuchan y dan por ciertas cuanta inescrupulosa y dañina versión se echa a rodar.
Reflejo todo ello de un país inculto, pero a su vez insatisfecho, cansado, agresivo e intolerante.
"Cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece", frase de Winston Churchill que aplica muy bien en nuestro caso, donde el mal prolifera como consecuencia de un sistema deteriorado, especializado en producir políticos de mala calaña, al punto que cualquier voto arriesga a resultar frustrante.
Es un país herido gravemente, que lucha por sobrevivir como una fiera enjaulada que al no poder liberarse terminará por hacerse daño a sí misma.
Ya no existen los partidos políticos, soporte de la democracia e inspirados en principios, ideologías, disciplina, responsabilidad y orden.
Solo quedan coaliciones y maquinaciones de intereses particulares por encima de los colectivos.
Lucha de clases, pupulismo inspirado en odios. Y el famoso voto de opinión, sin ton ni son, de idiota útil al servicio del show de las encuestas, despistado, mal informado y manipulado por la tergiversación.