CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Octubre de 2011

Dos caras del capitalismo de hoy

 

LA  muerte de Steve Jobs y las protestas por la crisis económica que llegaron a Wall Street invitan a reflexionar sobre dos caras del capitalismo. Hemos despedido a Jobs como al empresario más admirado en esta época de la sociedad de la información. Como al hombre que luchó por un ideal empezando en un garaje hasta llegar a deslumbrar al mundo con sus productos innovadores en respuesta a necesidades del público. Con empresarios como él, el capitalismo despliega su fuerza innovadora, el mercado consagra los productos de más calidad y la libertad de empresa se emplea para sintonizarse con los clientes.
En cambio, los de “Ocupa Wall Street” y “los indignados” de otros países protestan contra los excesos del capitalismo financiero que están en el origen de la crisis económica. Bajo la “necesidad” de la desregulación, el sector financiero asumió riesgos crediticios cada vez mayores, con innovaciones que aumentaron exponencialmente el volumen de transacciones para hacer dinero. No fue el riesgo del empresario que apuesta por un producto innovador. Fue el del especulador, del que busca una ganancia máxima a corto plazo sin preocuparse de lo que pueda venir después.
Jobs supo ofrecer productos que respondieron a necesidades reales, instrumentos confiables, bien hechos. Y logró que esos productos fueran sencillos de utilizar. Es decir, nos aportó una tecnología “con rostro humano”, aquella que facilita a las personas gobernar los instrumentos y no al contrario.
Al mismo tiempo en que Apple se desarrollaba el capitalismo financiero también hizo gala de innovación. Pero sus productos no han estado al servicio de las necesidades del cliente, sino de la multiplicación de las ganancias, a menudo sobre “activos tóxicos”. Si los productos de Apple se han caracterizado por su sencillez de manejo, los de las finanzas han sido cada vez más opacos y complejos, para disfrazar muchas veces el engaño. Con sofisticados instrumentos financieros que cada vez se entendían menos, se hicieron circular cantidades de dinero superiores al PIB de la economía real. Al final, el “apalancamiento” se hundió, revelando la magnitud de la ficción.
Lo que incrementa la indignación es que muchos de los que llevaron al desastre financiero han salido bien librados, con suculentos “bonus” y generosas indemnizaciones. También Steve Jobs era un multimillonario, pero hizo su dinero vendiendo productos de excelencia, no hipotecas “subprime”.
El sector financiero es un instrumento indispensable para que la economía funcione. También la empresa de la manzana cotiza exitosamente en Wall Street. Lo inquietante es el peso que tomó en los años previos a la crisis en comparación con la economía real. Es la hipertrofia de las finanzas la que ha estado en el trasfondo de la crisis, contribuyendo a desprestigiar a la economía de mercado, siempre necesitada de regulación. En últimas homenajeamos a Jobs no porque haya hecho dinero, sino porque aportó algo que mejoró la vida de muchos. En cambio, nadie llorará a los gestores de “hedge funds”.