CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Marzo de 2013

Kung, un teólogo tradicionalista

 

A raíz del cónclave para elegir el sucesor de Benedicto XVI, Hans Küng ha vuelto a los medios de comunicación. Y conforme al cliché habitual ha sido presentado como un teólogo crítico, abierto al cambio. Sin embargo, por sus pétreas actitudes mentales, se parece cada vez más a un tradicionalista, en su caso de la tradición del disenso.

Un rasgo típico del tradicionalista es el carácter reiterativo de sus planteamientos. Desde la época de Pablo VI, Küng propugna una adaptación de la Iglesia a la modernidad tal como él la entiende: fin del celibato sacerdotal, admisión del sacerdocio femenino, una moral sexual contemporizadora con las costumbres del momento, mayor democratización en la Iglesia, descalificación de la curia romana.

Sus tesis no son para nada arriesgadas, pues lo que dice encaja con la cultura preponderante en una sociedad secularizada. Siempre que hay un tema en el que la doctrina de la Iglesia choca con la mentalidad dominante, Küng asegura que la autoridad eclesiástica se equivoca. Y así como la doctrina del tradicionalista conservador daba respaldo religioso a los poderosos de su tiempo, un tradicionalista del disenso como Küng tranquiliza a los partidarios del statu quo en la opinión pública. Su postura les promete que un día la Iglesia Católica dejará de ser incómoda para convertirse en una voz más en el coro. Sus “audacias intelectuales” no tienen riesgo.

El tradicionalista es un hombre tan pertinaz que los cambios le rebotan. En esto, Küng es tan miope como los lefebvrianos, aunque sus tesis sean opuestas. Desde los sesentas el teólogo alemán propugna la misma receta de adaptación a la modernidad, pero parece incapaz de ver la poca aceptación que ha tenido allí donde se ha impuesto. Küng lamenta que muchos católicos se hayan alejado de la Iglesia, y lo atribuye a que Roma no hace las reformas que él propugna. Pero habría que ver si las deserciones no se deben más bien a que algunos aplicaron por su cuenta el modelo de Iglesia que Küng avala. Curiosamente, los movimientos que en el catolicismo y en el ámbito protestante (evangélicos) han mostrado más vitalidad son aquellos que han ido por vías opuestas a las que Küng propugna.

Como tradicionalista del disenso, a Hans Küng le han decepcionado todos los papas. La Humanae Vitae fue el motivo para reprobar a Paulo VI. Y Küng sigue preocupado por la superpoblación mientras que en su propio país el gobierno intenta fomentar la escasa natalidad para superar los problemas del envejecimiento poblacional. Sobre Juan Pablo II, la ecuanimidad de Küng queda resumida en el juicio que pronunció a su muerte: "Para la Iglesia, este pontificado ha sido una gran desilusión". Mientras tanto los fieles hacían colas interminables para rendirle un último homenaje al hoy beato.  De su antiguo colega Ratzinger, Hans Küng dice que “tenía la esperanza de que fuera un papa abierto”, pero lo decepcionó pues no ha aplicó las reformas que el profeta Küng ve imprescindibles.