CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Diciembre de 2011

 

Tiempo de reflexión en la familia

 

Las celebraciones de Navidad y fin de año constituyen un período propicio para reflexionar en el valor de la familia. Bien podemos afirmar que Navidad es familia. Es el momento oportuno para reencontrarnos con los seres queridos, para expresarles nuestro cariño y también para agradecer a Dios por el tesoro que nos ha donado.

De la familia recibimos las primeras experiencias del amor. En la familia maduran los vínculos solidarios que nos enseñan a integrarnos a la sociedad, es allí donde aprendemos a dirimir los conflictos provenientes de nuestro egoísmo. La familia, patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros más importantes. ¡Cuánto debemos cuidarlo! ¡Cómo debemos acrecentarlo para entregarlo como preciada herencia a los hijos!

Valorar la familia, propender por su estabilidad, tiene consecuencias que revierten sobre el ámbito social en que se desarrolla nuestra vida. El matrimonio estable y las relaciones de parentesco que genera, constituyen la fuente primaria del capital social. A partir de ellas, este se extiende hacia otras instituciones sociales, escuelas, universidades, empresas, comunidades territoriales, los vecinos, la ciudad, en fin, a toda la sociedad.

Mientras el capital físico se refiere a los objetos físicos y el capital humano a las propiedades individuales, el capital social se refiere a las relaciones entre individuos-redes sociales y las normas de reciprocidad y honradez que surgen de ellas. En este sentido, el capital social está estrechamente relacionado con lo que algunos han denominado “virtud cívica”, siendo el primero la base. El capital social hace hincapié en el hecho de que la “virtud cívica” es más eficaz cuando forma parte de una red significativa de relaciones sociales recíprocas. Una sociedad de muchos individuos virtuosos, pero aislados, no es necesariamente rica en capital social. En realidad, el hecho social no reside ni en los individuos ni en las estructuras ni en una mezcla entre ambos. Reside en su relación.

Cada vez más investigadores sugieren que donde la confianza y las redes sociales florecen, los individuos, las empresas, las comunidades e incluso las naciones prosperan económicamente. El capital social puede ayudar a mitigar los efectos malignos de la desventaja socioeconómica, pues facilita a los ciudadanos resolver los problemas colectivos.

Es más, los matrimonios estables, fuente del capital social, contribuyen al crecimiento económico de los países.Es esta una conclusión de un estudio adelantado por el Social Trends Institute en coautoría con las universidades de La Sabana (Colombia), Virginia (EE.UU.), los Andes (Chile), la UIC (Barcelona), entre otras, con datos de 29 países.El trabajo encontró que los matrimonios ayudan al crecimiento económico, pues las personas casadas, con hijos, trabajan más y por tanto tienen mayores ingresos que las solteras y sin niños. Cuando se vive en familia se les da mayor importancia a las mejoras del hogar y, en general, a vivir mejor, por lo que suelen gastar 23 por ciento más que el resto de las personas, lo que ayuda a la demanda, a mover el comercio y la industria.