CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Febrero de 2012

Estrategia y paz

Los 10 años del fin del diálogo con las Farc en el Caguán han dado lugar a reflexiones, análisis y ponderaciones de especial relevancia, casi todas centradas en la estrategia de la agrupación subversiva de aprovechar el tiempo de las negociaciones para consolidar su presencia en el territorio nacional y acrecentar su poderío militar, sin intención de desarme y mucho menos de paz. El evidente engaño se señala como la causa del fracaso de las negociaciones.
Es necesario analizar, también, si la estrategia del Gobierno Pastrana de negociar bajo fuego era la apropiada para el propósito de paz. Muchas preguntas surgían frente a acontecimientos inesperados como la salida del Batallón Cazadores, el episodio de la “silla vacía” y los compromisos de las Farc, tras recibir 42.000 kilómetros del territorio nacional. ¿Se limitaban éstos a sentarse a dialogar, después de tamaña generosidad? Lo cierto es que los negociadores oficiales eran siempre sorprendidos por los hechos, actitudes y declaraciones de los subversivos. A decir de los expertos, haber seguido adelante a pesar de la ausencia inicial de Marulanda, marcó las relaciones Gobierno-Farc y dio lugar a más y más exigencias de la guerrilla. Es muy entendible, sin embargo, que el presidente Pastrana hubiese preferido jugársela y seguir en la partida antes que desilusionar a los colombianos, quienes en ese momento lo rodeaban llenos de esperanza.
Las improvisaciones frente al conflicto colombiano han sido y son pan de cada día en todos los gobiernos. Se ha creído ingenuamente que la buena fe y el deseo afanoso por la paz, son armas suficientes frente a una organización curtida en crímenes y para quienes el paso del tiempo es apenas prueba de su presencia maldita en la historia de Colombia.
Jesús Bejarano echaba de menos un “trust” de cerebros dedicados al estudio del conflicto. Hoy se sigue necesitando con urgencia un “Think Tanks” permanente, constituido por especialistas en resolución de conflictos, investigadores, negociadores, pensadores, analistas, en fin, como un “Gabinete estratégico” para la paz, dedicado exclusivamente a estudiar la evolución del conflicto y con la obligación de suministrar información básica sobre las consecuencias probables de las decisiones gubernamentales. Sería un instrumento idóneo que mejoraría la capacidad del gobierno, pues éste recibiría sistemáticamente ideas y propuestas sobre el tema más importante en la agenda de cada colombiano: la paz.
Para asegurar su continuidad y eficiencia, tal grupo debe estar a las órdenes del Presidente de la República, en su condición de Jefe de Estado. Es más, está de moda en el mundo académico el “proceso de copiar de los mejores”. El “benchmarking”, como se le conoce, aprovecharía las experiencias de otros países, como El Salvador, donde las negociaciones fueron exitosas, después de tantas y sangrientas luchas. Como el presidente Santos se mueve muy bien en estos ámbitos, aspiramos a un pronto estudio de esta iniciativa.