Sorpresa me causó saber de muchos amigos y conocidos que no participaron en la consulta anticorrupción, por ser a quienes por su honestidad siempre les he profesado especial respeto.
Pero además, no me explico por qué influyeron para que otros tampoco lo hicieran. Cuesta trabajo entender que el tema no fuese de su interés.
Es por todos conocido que el resultado apenas alcanzó los 11 millones 660 mil 707 sufragios, o sea el 32,8% de 36’421.026 colombianos habilitados para votar.
Todo estuvo dispuesto, la logística y demás asuntos inherentes a su organización. Noventa y siete mil veintisiete mesas distribuidas en 11.233 puestos de votación.
No obstante, si el 60% es el mismo que representa históricamente la abstención, quizás podríamos decir que estamos dentro de parámetros.
Pero el 7,2% restante amerita un análisis especial, pues inspirados en argumentos jurisprudenciales y políticos, fue allí donde se originó el factor determinante para no haber alcanzado los votos que hicieron falta para el umbral requerido de 12’140.342 sufragios.
"Engañabobos" llamó a la Consulta el periodista Mauricio Vargas hace varias semanas en su columna del diario El Tiempo; y así como esa, otras voces disonantes terminaron por hacer mella en la mente de los indecisos.
Me pregunto entonces, ¿cuál fue su inspiración malévola al tratar de influir en las personas que pensaban votar y a la larga no lo hicieron? Política, obviamente.
Sus dudas debieron haber sido resueltas por la Registraduría, encargada de ilustrar al electorado.
Muchos se escudaron en la supuesta inconstitucionalidad de por lo menos dos preguntas. Aclaración de corte jurídico que no podía ser resuelta por cuenta de la charlatanería de los ociosos, ni mucho menos convertirla en un motivo para ser dilucidado por cada quien a su manera.
Y si el Presidente Duque participó e invitó a participar, era porque se suponía válida.
La organización tardó casi 20 meses después de ser autorizada; se presupuestaron 300 mil millones para su realización y ningún organismo administrativo o de control los objetó.
Por eso, no puede ser de buen recibo haberla tratado de sabotear o impedir que su resultado fuera exitoso.
Por lo menos, nuestra participación la concebimos como un ejercicio pedagógico de protesta contra los corruptos.
Lo más vergonzoso es tener que aceptar que una minúscula proporción de enemigos de la misma haya logrado su cometido.
Como factor favorable queda que todo está dispuesto para algo mejor y esto apenas comienza. Así debe de interpretarse.
Los que se opusieron, qué bueno fuera también oírlos hablar con igual talante sobre la indebida conducta de los funcionarios y las autoridades que manejan recursos públicos; o acerca de lo indecorosos que son los sobornos, el tráfico de influencias, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, y demás conductas criminales.
Así las cosas, el domingo 26 de agosto de 2018 pasará a la historia no para servir de argumento a la comunidad internacional en el sentido de ser éste es un país "casi honesto", donde aparentemente no se quiso la paz, y también faltó poco para castigar la corrupción; sino un país en el que comienza con paso firme un proceso en esa dirección, que se avizora exitoso.