En esa tierra caliente tan fracturada necesitamos narraciones que nos devuelvan el orgullo y la grandeza, me digo a mí misma mientras miro en la prensa criolla la primera reunión entre Alejandro Eder y Dilian Francisca Toro, la mejor dupla regional que dejaron los comicios y quienes a partir del 2 de enero de 2024 serán el alcalde de Cali y la gobernadora del Valle del Cauca.
Necesitamos narraciones que nos devuelvan los lazos, como dice Byung-Chul Han, el rockstar coreano de la filosofía del siglo XXI en La crisis de la narración, su más reciente libro: “Las narraciones fundan comunidades y nos salvan de la contingencia”. Si Alejandro Eder y Dilian Francisca trabajan juntos en los temas que les son comunes a la ciudad y al departamento podremos volver a tener una narración colectiva.
Porque de narrativas estamos hasta la náusea. Y una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. Como caleños y vallecaucanos comenzamos a trasegar el camino pérfido de la narrativa política desde finales de los años noventa del siglo pasado; nos dejamos poner el inri de sociedad mafiosa y corrompida para que muchas figuras políticas pescaran en río revuelto y alteraran las relaciones entre grupos sociales e individuos para beneficio propio dejándonos sumidos en un estado de parálisis ciudadana.
Las narraciones, en cambio, permiten albergar esperanzas, tener fe en un destino colectivo. Aquí hubo narraciones tan contundentes como el verso de Eduardo Carranza “Cali es un sueño atravesado por un río”, construidas por ciudadanos ejemplares como Alfonso Bonilla Aragón, periodistas como José Pardo Llada y alcaldes como Rodrigo Guerrero que nos ayudaron a convencernos de que de verdad éramos una ciudad cívica, un departamento modelo de desarrollo y una sociedad solidaria. Las narraciones fundan mundos.
Las narrativas tuvieron su punto culmen en el estallido social y en la alcaldía de Ospina. En el departamento no hubo narrativas, porque la gobernadora saliente es una mujer serena; pero sí mucho storytelling, que se necesita para atraer la confianza inversionista, aunque nunca una campaña publicitaria creará comunidad; un eslogan nunca será una narración. “El Valle está en vos” del primer mandato de Dilian, es storyselling; su propósito es vender. Como lo ha hecho “El Valle invencible”.
¿Cómo pasar a la narración? Con algo que dijo Alejandro Eder en ese encuentro con Dilian. Reconciliándonos. Lo cual supone recobrar las relaciones; por tanto, ya no es un proceso individual, implica un acercamiento voluntario entre todos. Como si fuera un Tren de Cercanías metafórico, en el que nos subiremos los vallecaucanos de los 42 municipios para volver a sentir orgullo, para conectarnos de nuevo, tener fe en el presente y esperanza en el futuro, creer en el otro.
Las narraciones colectivas necesitan un hecho, un reto, un pretexto, una gran obra. Como en su momento lo fueron los VI Juegos Panamericanos de Cali, celebrados en el muy distante 1971. No es nostalgia. Es que nunca más volvimos a tener una narración épica y transformadora. Sin narrativa, sin storytelling, puro cambio social.
“Solo la narración nos une a través de una historia común de experiencias transmisibles que hacen significativo el transcurso del tiempo, aportando un poder transformador a la sociedad; es la única que puede congregarnos alrededor del fuego para darnos sentido”, concluye Byung-Chul Han.