Cuando cumpla 50 quiero estar como JLo. Ya no puedo decir que cuando sea grande porque a partir de mañana tan solo faltarán seis años para que eso suceda. Y estoy feliz porque los mujeronones de hoy en día han dado un nuevo significado, entre otras cosas, a la juventud. Esa por ejemplo, que se lleva bien puesta en la sonrisa.
La presentación en el Super Bowl, en Miami versión 2020, de las artistas latinas Shakira y Jennifer López marcó un hito cultural. Fue una magistral puesta en escena de política y una declaración del nuevo significado del poder femenino. Ese que nace de las entrañas.
La excusa, la sensualidad. El transfondo, la unión.
Shakira de rojo. Jennifer la del barrio, de negro. Las dos irradiaban sensualidad y fortaleza en su mirada. Las nuevas mujeres hemos roto ese paradigma de sumisas, sonrientes y delicadas. Y hemos llegado las guerreras, las que nos levantamos todos los días y podemos con los niños, el hogar y el trabajo.
Aún persisten las desigualdades y hay que insistir en una mayor equidad en las labores del hogar, pero se ha gestado un cambio que es imparable.
En el evento más americano, en el deporte que solo entienden los gringos, llegó la colombiana saludando en español, tocando rock con su guitarra, entonando un orgulloso “en Barranquilla me quedo”, bailando salsa y realizando una impecable muestra de danza árabe. Sí árabe, eso que le incomoda tanto a Estados Unidos y al mundo occidental en general.
La llegada de JLo fue mucho más americana. Pero resaltando con orgullo su origen boricua. El dueto con los hombres de la noche, Bad Bunny y JBalvin las resaltaron aún más. Porque de eso se trató la presentación, de sumar talentos y multiplicarlos. De buscar complemento y balance.
La presentación de Emma, la hija de Jennifer, fue espectacular. El realce de la maternidad de estas mujeres fue maravillosa. Mamás sensuales, reivindicando que se puede ejercer las dos funciones y disfrutando el sentido que cobra la vida a todas las que hemos decidido lanzarnos en la aventura maravillosa de ser mamás. Y con la niña a bordo, la sensualidad de la puesta en escena no se achicó. Por el contrario, la fuerza del canto de los niños, unos en jaulas, desplegó un reclamo por los derechos de las mujeres y sus hijos.
Dos talentos que al unirse brillaron aún más.
Si pudiéramos lograr entender que la solidaridad entre las mujeres, la integración en lugar de la competencia y la colaboración en lugar de la rivalidad, nos ayudaría entre todas a construir un mundo mejor. Pero todavía nos quedamos en nimiedades y superficialidades individuales que aún tenemos que superar. El paradigma antiguo está siendo reemplazado mujeres reales y auténticas, mágicas, trabajadoras, soñadoras, empoderadas y libres.
Sí, JLo y Shakira nos dejaron bailando y con ganas de aprender champeta. Pero sobretodo, con una consigna clara y es que los sueños son posibles siempre y cuando uno les ponga disciplina, esfuerzo y amor. Ellas son un ejemplo a seguir.