Es hondamente satisfactorio, cuando uno viaja fuera del país, observar en vitrinas de librerías extranjeras como Buenos Aires y Lima Quito, libros de autores colombianos, la mayoría elaborados en nuestra nación.
Aparecen volúmenes de autores muy prestigiosos como Gabriel García Márquez, José Eustacio Rivera, Jorge Isaac, Jorge Eliécer Gaitán, el maestro Guillermo Valencia. También circula por América la poesía de León de Greiff, José Asunción Silva y otros. En la especialización jurídica se encuentran obras diversas de varios editoriales nacionales, como la Casa Editorial Gustavo Ibáñez.
Algunos maestros del “derecho” como Antonio Rocha, Hernando Devis Echandía, Jesús María Yepes, Fernando Hinestroza Forero, Jairo Parra Quijano.
Los libros son maestros que nos guían por diversos campos del conocimiento.
Ellos son amigos confidentes que nutren con sus conocimientos. Son lentes enormes que nos hacen ver culturas enseñándonos a escoger horizontes nuevos y seguros.
Desde siempre el libro ha jugado un rol trascendental en el desarrollo, progreso y avance de la humanidad. El libro, sobre todo el jurídico, ha permitido crear una atmósfera de convivencia universal. Ha sido la base cultural sobre la cual se ha levantado la investigación obteniéndose un orden estructurado de valoración -previos resultados beneficiosos- hacia rumbos mejores de progresos y redención humanos.
El libro reclama la necesidad de la lectura, la disciplina y el estudio. Sin lectura no hay cultura. En librerías de jerarquía encuentra unas promotoras que saben explicar al comprador el libro exacto que con ansiedad busca. Eso ocurre con el conocido funcionario Jairo Acosta Quijano -30 años de experiencia- de la Empresa Editorial Gustavo Ibáñez. Hasta un -prestigioso exmagistrado de la Honorable Corte Suprema de Justicia- ha escrito artículos sobre este empleado, destacando sus conocimientos y la manera como resume temas y contenidos de las más variadas publicaciones.
El leer, comenta Jairo Acosta Quijano, es un proceso complejo y sin la práctica de varios hábitos buenos y destrezas, nadie puede llegar a ser buen lector. La lectura nos alimenta científicamente, le da fuerza a la personalidad, nos vuelve disciplinados, incrementa el patrimonio intelectual y hasta evitar frustraciones.
Yo amo las bibliotecas. Respeto el silencio que se respeta en esos recintos. Nobles retiros que tanto enriquecen el alma. En una biblioteca el silencio es elocuente, los muertos hablan, enseñan, orientan, los libros sacudieron al mundo: la Biblia, el Corán, El Contrato Social y las Esferas Celestes de Da Vinci.
El amor a los libros es un amor de muy alto linaje. Amo dos clases de libros: los viejos y los jóvenes. Este último es madrugador y sabe a pan fragante, recién salido del horno.
Las historias contemporáneas nos ubican en la era digital. Esta civilización es sorprendente. Convirtió al mundo en una aldea global. La sabiduría es de todas partes y hace al hombre más poderoso.