En Colombia sobran burócratas y faltan empresarios. Abundan los oficinistas, los escribientes, los auxiliares, los dependientes. Pero ¿dónde están las figuras del emprendimiento, los que prefieren dar puestos a mendigarlos, los creadores de riqueza, los que organizan fábricas, talleres y centros creadores de bienestar y prosperidad?
Colombia debería ser por mil causas -económicas y sociales- como han sido los EE.UU., tierra de labradores, de colonos -estamos entre los primeros países más extensos de América del Sur-, de mineros, de comerciantes mayoristas, de troperos, de hombres combatientes: pero las fatalidades de la historia y del destino han resuelto otra cosa, convirtiendo al país en foco burocrático, patria de literatos, de simuladores de cultura y seudopoetas. Pasemos la vista entorno a la sociedad y fijemos la atención en cualquier familia; será una gran fortuna si logramos hallar entre sus miembros algún hacendado destacado, a un industrial sólidamente organizado, a un ejecutivo sobresaliente, a un marino que impacte; pero es indudable que habrá en élla algún maestro rutinario, un periodista buscalavida o un rábula pleitista.
Somos un pueblo donde ha entrado la manía de las naciones viejas y decadentes, la enfermedad de hablar y redactar páginas mediocres, de especular y no obrar, de producir hechos y realidades que sorprendan y enriquezcan a la comunidad ansiosa de episodios que la rediman y la saquen de la monotonía y del marasmo. Vivimos en la laxitud y la flaqueza. Casi todos miramos con horror las profesiones activas que exigen voluntad enérgica y espíritu de superación, pues no queremos combatir, sufrir, arriesgar y abrirnos paso por nosotros mismos hacia el bienestar y la independencia. Que pocos se deciden por descuajar la selva, como lo hicieron los colonos antioqueños que fundaron a Caldas, Risaralda y el Quindio emporio de riqueza.
Por lo anterior, causa admiración combatientes ejemplares como Gustavo Ibañez que hizo surgir de la “Nada” la prestigiosa organización editorial denominado “Grupo Editorial Ibáñez”, con sólidas proyecciones internacionales. Este empresario empezó ocupando un puesto modesto en la muy conocida empresa “Temis”, con una larga trayectoria histórica. Un día se cuestionó, constructivamente y dijo, ¿si otros partiendo de cero han triunfado, por qué no podemos hacer lo mismo con tenacidad y con la fe de los iluminados? Sin más palancas que una voluntad de hierro y sin más recurso que el optimismo, puso manos a la obra y hoy es una empresa que presta poderosos servicios a la inmensa comunidad académica, elaborando obras formidables, especialmente en el sector jurídico. Es un caso digno de ser imitado. Es cumplir la hermosa sentencia de Kennedy: “No hay que preguntar que puede hacer una nación por uno, sino qué podemos aportar al país que nos dio la vida”.
El Grupo Editorial Ibáñez da multitud de personas, cabeza de familia, enriquece con fuerza la bibliografía en el terreno del derecho y da ejemplo de seriedad, responsabilidad y difusión cultural, pues sin libros no hay cultura. Al mundo lo ha sacudido el libro. Recordemos algunos: La Biblia, el Koran, el Contrato Social, el Capital y tantos más. ¿Qué sería la imagen de Colombia sin libros como La María, La Vorágine y las publicaciones de León de Greif, Silva, Barba, Valencia, Pombo y García Márquez?
El libro es luz, sabiduría, conocimiento. El libro es motor de progreso.