La clase política está desprestigiada, estadistas no vemos, seguramente hay dirigentes honestos cuya imagen resulta afectada cuando cada día surge un nuevo escándalo por los dineros aportados a los partidos en cantidades difíciles de contar bajo instrucciones de la empresa brasileña en el ojo del huracán. Los timos se extienden, provienen de sociedades contratistas del Estado, figuran en primera plana personas que jamás hubiéramos pensado estuviesen metidas en la danza de la corrupción, defraudadores de distintos pelambres, congresistas, funcionarios, directivos de campañas, participantes en el carrusel de la corrupción a nivel nacional, departamental y municipal, compatriotas que por origen y títulos académicos no deberían haber delinquido, algunos de ellos aún no conscientes del daño causado a la sociedad. Estos investigados, con un alud de pruebas en su contra, continuarán en su vergonzosa situación, dejémoslos en su infierno, lo merecen, que se castigue también a los que dieron y siguen dando coimas.
Existe un problema de fe pública porque se supone que los candidatos, empezando por los aspirantes a la presidencia de la Nación, revisan sus tesorerías, los aportes, saben quién regala camisetas, dona pendones, paga avisos, adelanta encuestas, juegan con dólares, son responsables de la veracidad de los informes, de que subalternos no oculten, rapen o distorsionen ingresos. No solamente los tesoreros e integrantes de los comités financieros son imputables, quienes se sirven de la moneda sucia para obtener éxito en sus aspiraciones quedan en entredicho ante la expansión de las noticias que el país perplejo viene conociendo, El señor presidente de la República, -ojalá salga bien librado-, tiene que ver con lo anterior y ¿Cómo su principal adversario puede justificar el viaje a Brasil para acordar la participación de un cuestionado publicista, aceptando que el pago exorbitante de servicios prohibidos por la Constitución fuese cancelado por la firma especializada en sobornos?
La Nación demanda un gran movimiento de rescate moral, la aparición de líderes honestos, es hora de la juventud, pero ni los políticos ni los toreros se cortan la coleta, en las agrupaciones proselitistas continuarán figurando y hablando de honestidad, seres que no aparecen en los procesos, usuarios de guantes de seda ante lo ilícito, cómplices solapados de la inmoralidad, difícil identificarlos a pesar de que el sentimiento de desconfianza crece y golpea, millones de ciudadanos no creen ya en la democracia representativa.
El mejor consejo es no dar consejos, no obstante recomiendo a los jefes políticos revisar con lupa sus cuadros, desechar bazofia, las colectividades actuales la tienen. En Colombia, los buenos y los malos, codeándose en el mismo escenario, ¿Con qué cara harán campaña?