EL atentado terrorista del Estado Islámico en el aeropuerto Atartuk de Estambul, donde transitan sesenta millones de pasajeros al año, fue contra el mundo, ejecutado por extremistas suicidas ansiosos de llegar al paraíso. Tuvo como objetivo matar indiscriminadamente católicos, cristianos, budistas, mahometanos, judíos, ateos, en fin, derramar sangre, sin importar nacionalidad, la meta establecer, mediante la “guerra santa,” el califato mundial.
Nítida la notificación de seguir ejecutando, en cualquier lugar del planeta a los infieles, -nosotros lo somos,- la prioridad atacar a Occidente, dar de baja a representantes de gobiernos y la consigna imponer el terror. Están equivocados quienes creen que la acción fue de protesta porque Turquía reanuda relaciones con Israel, trata mal a los kurdos, obstaculiza la migración siria o para desequilibrar la administración que preside Erdogan. Eso cabe en el mensaje pero el destinatario es el orbe.
El fenómeno irracional supera cualquiera de las guerras de la historia, la muerte se coloca sobre la vida, no es confrontación de ejércitos ni lucha entre Estados, ni de fuerzas armadas; se diferencia de otros tipos de terrorismo, como el del Partido de los Trabajadores de Kurdistán, enemigo de la “guerra santa” islamista, enfrentado con violencia al gobierno turco.
La Yihad inició sus cruentos ataques con el derribamiento de las torres gemelas el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y completa quince años de incesantes golpes, trepidan los bombardeos a los enclaves del Estado Islámico difíciles de ubicar, el diálogo es imposible y la Organización de Naciones Unidas no había contemplado la aparición y desarrollo del Estado Islámico.
El nazismo quería el imperio de la raza aria que consideraba superior y Hitler ocasionó la destrucción de Europa y quince millones de muertos, los aliados triunfaron, el Tercer Reich no duró los mil años que preveía. El E I no triunfará, se halla dividido, es importante conocer de qué trata su amenaza, resulta Indispensable la unión y la solidaridad frente a un fenómeno no controlable por la policía ni los ejércitos regulares.
En Latinoamérica se piensa que este terrorismo únicamente afecta a viajeros y compatriotas residentes en otras latitudes, conviene entender que toca a nuestras naciones y tenemos obligación de participar activamente hasta doblegarlo. Los seres humanos, individual y colectivamente, debemos prever ataques aleves, tomar medidas en cuanto ello sea posible, la información es clave, a las autoridades corresponde actuar con diligencia, las investigaciones agilizarse y la justicia operar en los países de los cinco continentes en forma coordinada. Respetuosos de los credos, inclusive de la fe musulmana, no aceptamos ser contraparte en la “guerra santa,” asumimos sí la defensa de la civilización.