Paros y bloqueos en los círculos de mayor actividad en Bogotá continuaron en el cierre del semestre, si se tiene en la cuenta que, comenzaron al caer la tarde y entrada la noche; la movilización de automotores, tanto particulares, como de servicio público se convirtieron en los blancos de ataque de las escuadras de protestantes.
El fenómeno de manera insólita es gestado siempre como si se tratase de una expresión de centrales de trabajadores, y demás organizaciones.
Definitivamente la inseguridad se tomó la movilización de la noche, al desplegarse las tomas del llamado Comité de Paro, con alma dispuesta para la dirigencia del sabotaje, promovido junto con el apoyo de las centrales de obreros y demás sindicatos, quienes deciden quien transita en automotor particular y, en público.
La ciudadanía considera el paro, como bloqueo que la autoridad de la capital ha permitido para demostrar liberalidad política y social, en tanto que los trabajadores en comercio y en transporte nacional y local, están bajo pánico para terminar semestre, en medio del vacío de autoridad civil que agita la jefe distrital, llamada alcaldesa.
Era compromiso para el periodismo, en días recientes, advertir a todos los estamentos, merece consigna humanitaria y democrática. Pese a luces y sombras, la capital no caerá en sabotaje, como en efecto ha sucedido en el semestre.
Da la sensación de definir el bloqueo como espectáculo para iniciar 2022 y peor aún, recibir diciembre, no como un festival popular ordenado, sino como recuerdo de agitadores sindicales, bajo efecto de alcohol y agresión destructiva, en revuelta a ojos de autoridad policial.
Es válido como Derecho Constitucional otorgado al ciudadano, siempre que cumpla la Ley y, respete opiniones de nuestros semejantes, sin calentar agresión de hecho o verbal.
Esta elemental observación resalta comportamiento de la gente de todos los estamentos sociales, sin pensar que la razón la tiene quien agrede, llevado por odio y afán de reclamar los demás.
Y deplorable que personas ajenas a todo soporten desdoblamiento temperamental de los manifestantes contra muchas personas; los bloqueadores están al servicio del vandalismo.
Colombia no puede convertirse en repetidor satélite del sabotaje escenificado en protestas, entre catalanes y españoles, con supuestos argumentos políticos.
Europa se sacudió en Londres, por diferencias sobre el -Brexit- para sepultar con afán político y económico la Unión Europea; tampoco el entorpecimiento puede ser puente de diálogo basado en saboteos.
El campanazo más reciente ha estado en Ecuador, Chile y Bolivia, sumidos en choques por economía alcista, reformas y, corrupción dictatorial de Evo y su barra indígena, más los llamados ‘blancos’.
Parece como si el ejemplo para protestar aquí debe ser igual a lo registrado en los países en mención, e inclusive en China, con imposición violenta desatada por Pekín, sobre Hong Kong, que aspira a su independencia total.
Así se consolida delito penal, el creer que el boicot es arma para rechazar funcionarios e instituciones de Gobierno. Es rasgo preocupante, por incendios provocados con bombas y destrucción a edificaciones y automotores.
Sobra reiterar que es vandalismo invitar a marcha con amplia participación según sus promotores, dicen que, “es marcha contra corruptos, funcionarios ineficientes y promesas incumplidas”.
Son lunares del país. Otra es que hay medicamentos constitucionales que, requieren acción de Gobierno con equilibrio, sin desbordar medidas con golpe al bolsillo, y a impuestos, además de salud, educación, y otros.
En centros residenciales de Bogotá están prendidas alarmas en edificios. Mejor, será navidad en casa con calma; porque el pánico es arma de saboteo.