Entre las medidas de urgencia del Gobierno, debería incluirse, creo yo, el control de precios a los alimentos.
O por lo menos llegar a un acuerdo semejante al de los comienzos de cada año, para evitar alzas como consecuencia de la especulación y el acaparamiento.
No es justo, que los dueños de supermercados, tiendas y abastos aprovechen ahora que los hogares se están aprovisionado para la emergencia y entonces le suban los precios abusando de la situación de manera indolente.
Los alcaldes tienen facultades para imponer control de precios cuando se presentan casos de especulación. Lo digo con conocimiento da causa como exgobernador.
Lo que está sucediendo en todas las ciudades es un aumento aparente de la demanda porque realmente la gente lo que hace es trasladar inventarios a su casa. ¿Recuerdan la inelastididad de la demanda?
En los alimentos, así varíen los precios la demanda es igual. Se venden las mismas cantidades. Pero ahora, el que no compre a tiempo le tocará comprar más caro y no por ello habrán demandado más de lo que requiere en un lapso determinado.
Hoy día no hay desabastecimiento, no se justifica el incremento desconsiderado y descontrolado en los precios, pensemos que hay personas que sólo tienen los recursos para el diario.
Si el consumidor adquiere su mercado por adelantado, repito, no es ciertamente un aumento real de la demanda, la emergencia le ha suscitado un cambio en el calendario de sus compras; pero ni cortos ni perezosos, los supermercados suben el precio ("oferta vs demanda") y éste se queda arriba.
Ahí es donde debe actuar el Gobierno.
Obviamente, no ha de faltar el economista que diga que "el control de precios es "un incentivo perverso", y traiga a colación "el teorema de la telaraña". La mano invisible de Adam Smith.
Según lo cual al subir los precios se estimula la oferta y pronto volverá a su cauce. Mientras si se controla sobreviene el acaparamiento y la depresión de la oferta.
Razones todas con un alto fundamento técnico y econométrico; pero lo que no podemos permitir es que la codicia y el poder del dinero obsesionen al proveedor y determinen conductas egoístas, contrarias a la solidaridad y la convivencia, ante semejante emergencia sanitaria mundial casi igual a una economía de guerra .
Del mismo modo, la industria debe prepararse para abastecer de respiradores y medicamentos a los hospitales.
En consecuencia, se trata de actuar a tiempo y no esperar la escasez para subir precios a costa de los enfermos y de la población vulnerable.
Esta crisis nos está llevando a una reflexión total. Paradójicamente el planeta necesitaba una pausa, volver a casa y departir en familia, disminuir la contaminación, la criminalidad y los accidentes.
La salud, el abastecimiento y el consumo racional se volvieron prioritarios.
Hoy las prioridades son otras.
La colectividad ahora es más importante que la individualidad y el compromiso de cada uno de nosotros en procura del bienestar general es cada vez mayor.