No voy a ser tan obsesivo de referirme a la prevención del coronavirus, como todo el mundo. Pero creo que el fenómeno inédito de esa maldita pandemia -como si fuera la decimoprimera “Plaga de Egipto” que relata el Éxodo- debería servir para unir a la gente, a la familia y al grupo de los verdaderos amigos, para reflexionar y ponernos a pensar en las cosas serias del universo; cada rato nos llegan reportes de Bogotá, cómo vamos, Cali, cómo vamos… ¿pero cuándo nos llega el reporte de Mundo, cómo vamos?
Esta época que se avecina de Semana Santa debería servir -por lo menos para los cerca de 2.500 millones de cristianos que existimos en el universo- para, mientras nos lavamos las manos, como Pilatos, hacer un alto en el camino y mirar si la política, la economía, la ciencia, la educación, la justicia, la protección del medio ambiente, la gastronomía (ya al chop suei le meten culebra y murciélago en caldo), van por el camino correcto o si, por el contrario, vamos perdiendo la partida, aunque el Papa Emérito nos dice que “el verdadero rostro de Dios aparece, precisamente, en el sufrimiento”.
En el Salesiano, el padre LF Betancur nos ponía a escuchar y comentar un poema- canción, hermoso, en furor en la época, Desiderata - que sonaba muy bien en ese laboratorio de química improvisado de auditorio- y en uno de sus apartes, que más gratamente recuerdo, dice: “Tu eres una criatura del universo, no menos que las plantas y las estrellas, tienes derecho a existir, y sea que te resulte claro o no, indudablemente el universo marcha como debiera; por eso debes estar en paz con Dios, cualquiera que sea tu idea de Él”. Y esa frase escueta: “el universo marcha como debiera”, me taladra cada rato en el cerebro. ¿Será que sí? Y casi siempre llego a la misma conclusión: sí, porque el ser humano fue creado con el riesgo del libertinaje -por sus excesos responderá en el Juicio Final- y hace lo que se le viene en gana, así masacre el medio ambiente, así se funda en guerras fratricidas crueles e infamantes, así existan tiranos salvajes en el vecindario como el genocida Maduro, así campeen la corrupción y el crimen organizado y el desorganizado, así algunos sectores se pierdan en los vericuetos de la iconoclastia y quieran patear la lonchera para acabar con los valores fundantes de nuestra civilización.
Es el momento preciso para orar, reflexionar y pensar qué podemos hacer para que la vida sea menos ingrata y para que el planeta nos dure más. Por lo menos aún tenemos libertad para ello.
Post-it. Siempre he oído con reserva los comentarios –a más de los de los periodistas- de los oyentes que llaman “a participar en el programa” en los noticieros de la radio matinal, que se riegan al aire en sandeces a favor o en contra de sus creencias. Me causó especial hilaridad la participación de un atorrante que dijo, la semana pasada en algún medio: “eso del coronavirus es una cortina de humo de Duque para distraer la atención por el tema de la Ñeñe-política”. Es parte de nuestro material humano.