Ya casi es el Día de las Velitas y esta vigilia de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, dogma proclamado por el Papa Pío IX en la bula Ineffabilis Deus, me coge buscándole la cuadratura al círculo, aunque desde hace marras se sabe con absoluta certeza que lo que pretendieron los egipcios, plasmado en el Papiro Rhind, es un imposible: construir un cuadrado de área igual a la de un círculo dado, utilizando sólo la regla y el compás.
Abogar por la ética pública es igual a buscarle la cuadratura al círculo; una quimera. La ética es la cuadratura del círculo. Y lo es porque se propone como posible o verdadera y no lo es. Es más. No tiene existencia en el mundo, solo en el lenguaje.
La ética es la cuadratura del círculo. Y lo es porque no se puede enseñar, no es una ciencia, no es ley, no es norma, no es religión. Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque no se ve. Se nota su ausencia y su producto, o sea lo que sucede cuando no la hay.
La ética es la cuadratura del círculo. Y lo es porque acontece en el pensamiento. Suena duro, pero quizás Hamlet tuvo razón al declarar que “nada hay bueno ni malo, si el pensamiento no lo hace tal”.
La ética es la cuadratura del círculo. Y lo es porque en el mundo todo es como es y sucede como sucede, ya que los hechos no tienen valor ético. Lo dijo también Wittgenstein: “En el mundo todo es como es y sucede como sucede, en él no hay ningún valor y aunque lo hubiese, no tendría valor alguno”.
La ética es la cuadratura del círculo. Y lo es desde Platón, que quiso convertirla en lo bueno, en lo bello, en lo correcto. Pero la ética no es moral ni estética ni norma.
La ética es la cuadratura del círculo. Abogar por la ética es inútil porque no se transmite, no se hereda, no se cambia, no se exhibe, no se predica, no se expone, no se muestra, no se imparte. Se muestra cuando es.
La ética es la cuadratura del círculo. Pero quienes nos gobernarán a partir de enero, podrían hacerse al margen de los miedos apocalípticos, los anuncios de cielos, las promesas de paraísos de cucaña sobre cuyo peligro advirtió Estanislao Zuleta en Elogio de la dificultad, para que entre todos hagamos de la ética lo que en principio es: el cumplimiento de la Ley.
La ética es la cuadratura del círculo. Decir algo diferente es cháchara en este país donde hacemos lo que nos place y actuamos con patente de corso (según la Rae “Derecho que alguien se atribuye para hacer o decir lo que le viene en gana”) como cualquier orate o bandido.
Mientras alisto las velitas, deseo que Dilian Francisca Toro y Alejandro Eder, mis gobernantes en esta tierra caliente que ahora habito, nos ayuden a transitar el arduo camino del bien común, de la civilidad de la que habló Rousseau, de la concordia por la que aboga el Papa Francisco, a ver si de pronto en cuatro años la ética en este Valle del Cauca deja de ser la cuadratura del círculo.