La cuarentena tiene costos, para unos más altos que para otros. Si bien era una medida necesaria para evitar una mayor propagación del virus, una cuarentena prolongada se hace insostenible, y sus costos -que no solo son económicos-, pueden resultar más altos que los del propio virus. Sin pretender desconocer la gravedad de esta pandemia, ni lo aterrador y doloroso que resulta saber que los pacientes mueren ahogados, aislados de sus seres queridos, sin poderse abrazar, ni decir adiós; la idea de paralizar la economía, no resulta menos preocupante, pues también implica un alto costo para la vida humana.
La cuarentena, es una medida de protección temporal ante la ausencia de una vacuna y ante la falta de conocimiento sobre el nuevo virus que afecta a la humanidad. Algunos epidemiólogos, como el sueco Johan Gieseke, sostienen que “no importa lo que uno haga, todos se van a contagiar del Covid-19”. Precisamente para eso es el aislamiento, para evitar que todos nos contagiemos al mismo tiempo, para aumentar la capacidad instalada del sistema de salud, evitando que colapse.
Pero, bajo ninguna circunstancia, es una medida sostenible en el tiempo. Mantener a la población confinada, esperando una vacuna, como lo han sugerido algunos líderes políticos, puede tardar un año. Ese camino, llevaría a la quiebra del Estado, de las empresas y los hogares.
El Gobierno Nacional anunció un subsidio a la nómina de las empresas, cuya facturación se ha reducido en más del 20%, apoyándolos con el 40% de un salario mínimo mensual por empleado. Este subsidio, que es un esfuerzo gigantesco pero a la vez insuficiente, según el Ministro de Hacienda, costaría más de 2 billones de pesos mensuales al Estado. Transferencias monetarias no condicionadas, subsidios, planes de rescate a diferentes sectores de la economía, exenciones tributarias, aumento del gasto y del endeudamiento, podrían costarle al Estado alrededor de 100 billones de pesos, sin contar con la caída del recaudo, ni la disminución de ingresos por rentas petroleras.
Hasta hoy, la mayor parte del esfuerzo, ha estado a cargo del Estado, y de las empresas, que han tratado de mantener sus nóminas a pesar de la reducción, o incluso la anulación, de sus ingresos. A los individuos se no ha pedido quedarnos en casa y tomar medidas de precaución. Algunos, pueden trabajar desde casa, manteniendo sus ingresos; otros, han perdido su empleo; pero la gran mayoría, el 60% que trabajaba en la informalidad y vive del día a día, no tiene con qué comer. Estos últimos, son los más vulnerables, y los más afectados por la cuarentena, para ellos, si les llega, las ayudas del Estado son insuficientes, y la cuenta de cobro puede ser la propia vida.
Colombia es un país pobre, ni aunque fuera el más rico, tendría la capacidad de subsidiar, de manera prolongada, ni a las empresas ni a las personas. La plata se acaba y el tiempo apremia. Según la ONU, a finales de 2020, cerca de 265 millones de personas en el mundo van a estar en riesgo de morir de hambre, a causa de la crisis económica. En Colombia, según Fedesarrollo, la pobreza puede aumentar al 35% y el número de desempleados aumentaría en 1.4 millones de personas. No hay discusión entre vida o economía, siempre la vida. La pregunta es ¿cómo evitamos más muertes y más sufrimiento?