Excelente el liderazgo de Augusto Trujillo, Cesáreo Rocha y Juan Villa Casado, al instalar con resonante jerarquía moral y humanística, el selecto Capítulo de la Academia Colombiana de Jurisprudencia de Cúcuta.
Qué mejor homenaje a esta pujante capital, al festejar los 200 años de la proclamación de nuestra primera Constitución, que iniciar labores una prestigiosa academia, integrada por los más calificados juristas de esta importante sección de Colombia. Una “academia” es, en relación con un pueblo, lo mismo que el cerebro, en relación con el cuerpo humano, su parte más luminosa y trascendental.
Este acontecimiento cultural sucede en un momento en que el país, como lo afirmó certeramente en su discurso memorable Cesáreo Rocha, Colombia está llena de problemas.
El tiempo difícil es precisamente la estación de las virtudes. Son las dificultades las que piden esfuerzo. Mejor que decir que la nación está llena de dificultades, es decir que Colombia está llena de oportunidades para el hombre verdadero. Llena de posibilidades para que el hombre auténtico florezca y entregue la integridad de sus energías espirituales y morales. No puede haber vida baldía en tierra tan sedienta de obra humana. Hay tarea y desafío para todos. Para el hombre de pensamiento, para el hombre de acción. Digamos, gracias Señor por hacer parte de una población que exige, con apremio, superación y fortaleza para triunfar. De Bolívar dijo Morillo, que era más peligroso “vencido que vencedor”.
El santandereano no espera el milagro, lo hace. No le teme a la competencia, le teme a no ser competente. Prefiere dar el impulso a recibirlo. Mejor el grito que la súplica, la rebeldía que el sometimiento servil. Son ejemplares combatientes Alberto Colmenares, Gilberto Clavijo Duarte, Débora Guerra, Edgar Bernal, Francisco Ovalle, Ricardo Agudelo, Juan Villa Casado. La Constitución de Cúcuta impresionó hace 200 años por muchas razones poderosas. Impuso la teoría de la tridivisión de los poderes públicos, la elección popular de los legisladores y la presencia de los controles. En esa época imperaba el “poder divino de los reyes”. Existían sólo dos democracias: la de EE.UU. y la de Suiza. Eso de que Colombia es tierra estéril para las dictaduras, nació en Cúcuta. Por este espíritu libertario dijo Bolívar: Venezuela es un cuartel, Ecuador un convento y Colombia una Universidad.
Recordó el Dr. Juan Villa Casado la resaltante anécdota de Santander: “La espada tiene que estar al servicio de la ley”. Duguit, expresó: “La fuerza sin el derecho es la barbarie. Y el derecho sin el apoyo coercitivo de la fuerza es inoperante”
Una nación sin normas, sin instituciones, sin leyes, es una horda o una montonera. Imperaría la ley de la selva. “Sálvese el que pueda”. Sin jerarquización dominaría la anarquía, caldo de cultivo para el despotismo. En los pueblos caóticos se impone la brutalidad del tirano. La opresión sanguinaria es el castigo de los enemigos de la institucionalidad.
La existencia física del hombre no es suficiente. El hombre no puede vivir sin libertad y sin dignidad. Esta dimensión moral, tiene como condición insustituible el derecho.