En otras épocas, viajar por la autopista Bogotá - Medellín representaba un altísimo riesgo, especialmente en el tramo del Magdalena Medio.
Quien pasara por allí no sabía en qué momento podía llevarse una sorpresa, pues camuflados detrás de un árbol o en una curva para no ser vistos a la distancia, solían aparecer los paramilitares, como en varias ocasiones sucedió, y un poco más arriba, cerca de Cocorná, en circunstancias similares, la guerrilla practicaba las llamadas "pescas milagrosas".
Su propósito era asaltar a los viajeros, secuestrarlos o intimidar a familias enteras que iban a comprar aguinaldos, a ver el alumbrado y a contagiarse de la alegría de los paisas en sus festividades decembrinas.
Tanto así, que al ejército le tocó apostarse a lado y lado de la vía, e inclusive se observaban tanques de guerra supuestamente listos a disparar si fuere necesario.
Sin embargo, y a pesar de que los paramilitares y la guerrilla ya no salen a la carretera, y que la tranquilidad que vive el país haya hecho que el desplazamiento de turistas por vía terrestre sea cada vez mayor, persiste un riesgo y es el de las "fotomultas", sistema leonino, abusivamente implementado y que ha llegado a convertirse en una fuente jugosa de ingresos municipales, tal como pareciera suceder al paso por La Dorada, según manifiestan las personas afectadas.
Curiosamente, las cámaras también están camufladas detrás de los árboles o en una curva para no ser vistas a la distancia y se encuentran ubicadas unas de ellas a escasos metros del puente sobre el río Magdalena que conduce a Puerto Salgar.
Siendo ésta una vía nacional por donde transitan miles de vehículos de todo el país, no tiene presentación que las autoridades municipales apliquen multas día y noche a cuanto conductor que no advierta de manera oportuna la presencia de dichas cámaras o de los pequeños y casi invisibles avisos que anuncian su existencia.
Aquí el objetivo pedagógico y preventivo pasó a un segundo plano, porque la prioridad es imponer la sanción a como dé lugar mediante el uso del factor sorpresa, como una forma fácil de tomar dinero de quienes se sobrepasen en un punto determinado y casi sin alcanzar a frenar, la velocidad abruptamente exigida de 30 o 40 kilómetros por hora, luego de venir a 60 u 80 kilómetros, que es prácticamente la velocidad normal permitida en el resto del trayecto de la doble calzada.
Tan estratégicamente están dispuestas las cámaras para garantizar con certeza que caiga quien por allí transite, que en la fotografía aparece la placa de atrás del vehículo y no la de adelante, lo cual prueba que se actúa por la espalda.
"Que pase el rey que ha de pasar que uno de sus hijos se ha de quedar", pareciera ser el deseo de quienes las instalaron.
Otra cosa fuese si se tratara de un juego limpio, de frente, en la ciudad o en una zona de paso restringido, donde por lo menos los avisos de advertencia fueran visibles.
Pero, desgraciadamente, a quien no le asista ningún interés de ir a la Dorada y tenga que llegar a Medellín, no le queda más que vivir obligatoriamente esa incómoda situación, la cual deja muy mal parada la buena imagen de la administración de ese próspero y muy importante municipio caldense.
En consecuencia, las "fotomultas", más que una medida ejemplar, terminan por asemejarse a las "pescas milagrosas", porque no se sabe en qué momento van a aparecer y el conductor inerme no tiene más que pagarlas, siendo excesivamente costosas, con mayores veras si las hay tanto de ida como de regreso.
Mientras tanto, las arcas municipales se llenan de dinero de visitantes de todo el país, víctimas de una situación que amerita por lo menos revisarse.
Vaya uno a saber qué tanto de esos recursos se invierten en la vía o en el puente, habiéndose convertido éste, prácticamente, en un peaje de trescientos ochentaicinco mil pesos ($385.000) cada vez, el más caro de Colombia.
Y si aún fuere ese su objeto, gastar lo recaudado por el municipio allí, podría configurar un peculado por tratarse de una obligación que corresponde al Gobierno Central; no obstante, cobrar la multa y servirse de ella como un ingreso jugoso para su tesorería con diferentes fines, pareciera gozar del beneplácito de los organismos de control.
Y como si fuera poco, el mensaje que llega a casa después del viaje; dice:
"(...) le solicitamos que a la mayor brevedad posible se acerque a nuestras oficinas (de la Dorada) con el fin de efectuar el pago correspondiente, evitando el inicio del proceso de cobro coactivo, el cual podría generar el embargo de sus cuentas bancarias y/o de sus bienes y el cobro de intereses moratorios y costos procesales".
De esa manera, no queda más que regresarse al día siguiente, otra vez a pagar, en medio del bochorno y la no muy acogedora hospitalidad de las autoridades de tránsito, amén de todas las otras arandelas y complicaciones que se exigen para estos casos.
¡No se diga más...!