En el gabinete del gobierno Petro hay una clara división entre los ministros de más experiencia y los nuevos. Los primeros podrían definirse dentro de la línea de pensamiento socialdemócrata y, los segundos, grandes escuderos del mandatario, tendrían una tendencia marcada por su activismo político. Esta fragmentación se evidenció una vez más la semana pasada con las declaraciones de la ministra de Agricultura, Cecilia López, en un foro público en Medellín, mandándole un duro mensaje a su compañera Irene Vélez, titular de Minas. Pronunciamiento que vino acompañado de la siguiente respuesta de López a la directora del periódico El Colombiano, quien moderaba el panel: “No me vaya a poner a pelear porque me botan mañana… Bueno, yo feliz…”. Esa respuesta, que seguramente darían también los que están en su bando, produce tristeza y decepciona.
Desde que empezó el Gobierno, en los consejos de ministros empezaron las pujas de pensamiento entre el bando de los titulares de Hacienda, Agricultura, Educación y Planeación Nacional, con el de las ministras de Salud, Minas y Ambiente, donde siempre hubo un dejo de superioridad por parte de los más experimentados. Estos constantemente han dejado entrever que le están haciendo un favor al país y que tienen mejores ocupaciones estando por fuera del Ejecutivo ¿Si es así, por qué aceptaron esa labor? No se acepta un reto de ese tamaño si es para echarlo en cara de manera constante.
Dentro de los pasillos de Palacio se está generando un ambiente difícil por las diferencias entre los dos sectores del gabinete. Es cierto que es complicado lidiar con quienes parecen sordos a los argumentos y quienes constantemente se equivocan por su falta de experiencia. Pero los años y la sabiduría sirven para sortear esos caracteres y mantener el barco a flote. Lograr ese objetivo implica también dejar el halo de superioridad e intentar llevar de la mano a quienes, por su juventud, son más rebeldes y sienten la obligación de cambiar el mundo. Contrario a ese deber ser, lo que se está generando es un ambiente tenso que logra como respuesta la radicalización de unas ministras que dicen “de malas, aquí todos pesamos lo mismo”.
El país necesita de la presencia de la ministra Cecilia López, José Antonio Ocampo y del director de Planeación Nacional, Jorge Iván González, para rodear al Presidente y no dejarlo en manos de los extremismos de las ministras Corcho, Muhamad y Vélez. Pero de seguir con esa actitud de superioridad, sacando constantemente en cara que no necesitan estar allí, están haciendo todo lo contrario. Lo único que se logrará es que quienes sí son incondicionales con el mandatario salgan triunfantes al tener a un presidente igual o más radical que ellas. No se acepta una responsabilidad de semejante tamaño para después dejarla botada, eso no lo hace la gente con experiencia y consciente del papel que está jugando en este momento histórico que vive Colombia.
Si bien las divisiones son marcadas hay coincidencias entre las partes. Todos los sectores que hicieron posible la elección de este Gobierno concuerdan en la necesidad de un cambio y de reformas sociales que permitan acabar con un sistema desigual en el que cohabitamos. Ese acuerdo debería llevar a que las reformas se tramiten de manera conciliada entre las partes, para que traigan consigo el aporte de diferentes posturas y cumplan con el postulado inicial: un verdadero pacto histórico para la transformación del país.