De meretrices y libertad | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2019

Haber tratado por las redes sociales  de meretrices (la expresión fue más grotesca) a las seguidoras de un excandidato presidencial, le salió bien costoso a un reconocido comunicador social. Evidentemente el hecho constituye lo que comúnmente se conoce como injuria, por lo cual pagó un alto precio: la pérdida de su empleo .

Por lo menos en este caso, en que pudo identificarse la autoría, además de la sanción social y la posible investigación penal que deberá enfrentar, ya hubo un castigo como lo fue el verse obligado a renunciar a un cargo.

La pregunta que surge, es ¿qué hacer cuando la injuria o la calumnia realizada en las redes sociales es enviada desde el anonimato, o mediante la suplantación de identidades? ¿Cómo hacer para que quien así se esconde tenga una debida sanción?

En cierta ocasión al ex presidente César Gaviria Trujillo le fue suplantado su nombre para hacer una afirmación indebida. ¡Cuántas mentiras circulan profusamente, en las que los autores se camuflan en pseudónimos tales como Superman!

¿Cómo hacer para que quien así actúa, pague por sus fechorías?

En cierta ocasión tratamos de legislar sobre este tema presentando un proyecto de ley en el que básicamente para evitar los pseudónimos o el anonimato, solicitábamos a los medios de comunicación que se identificara con nombre y cédula a quienes, comentando sus noticias, utilizarán términos injuriosos calumniosos. Buscábamos que al menos así pudiera el afectado acudir ante la justicia cuando su derecho al buen nombre se viera afectado.

Desafortunadamente el proyecto fue satanizado con el falaz argumento que  atentaba contra la libertad de prensa, así como contra la libertad de expresión. Hasta amenaza de muerte recibí mediante un correo electrónico. Sobra decir que el autor se escudó en un “valiente” pseudónimo.

Por el mal ambiente que desde el primer momento se creó, por la falta de apoyo que se percibía por ello en el Congreso, y porque no quería que se me tildase como enemigo de la libertad de prensa, la que hoy me permite escribir en varios medios de comunicación nacionales, fue que tomé la decisión de retirar dicho proyecto.

Han pasado más de 10 años y el tema empeora. Las “fake news” o noticias mentirosas abundan por las redes. Reina la desinformación. Campea el descrédito como herramienta de debate. Se afirma dolosamente que todos los jueces son venales, los gobernantes corruptos, los periodistas  comprados, los curas pederastas, los policías  bandidos, las mujeres prepago, los jóvenes drogadictos, etc, etc.  

Lo anterior induce a que muchos no logren diferenciar lo falso de lo cierto y se concluya en una  perversa generalización que, a su vez conduce a un estado de excepticismo masivo, a una situación de caos absoluto en el que nada  ni nadie sirve y se le hace un gran daño a la sociedad.

Es en este escenario que resulta sorprendente la posición que asumen algunos frente al proyecto de ley recientemente presentado por el senador José David Name, que busca la protección contra publicaciones abusivas, señalándolo de violar la libertad de expresión, afirmando que: “el Estado no puede ingresar a la cabeza de las personas y decirles qué es legal o ilegal. Lo que se requiere en un estado democrático es que aprendamos a vivir con todo tipo de expresiones”.

Sin dudas hay  aquí una confrontación entre derechos y libertades.

¿Amparado en el anonimato, será legítimo el ejercicio de la libertad de expresión, para cometer un delito como el de la calumnia?

Pensaría que la libertad de expresarse debe ejercerse con responsabilidad, conociéndose plenamente la identidad de quien emite una opinión, para que cuando se traspasen los límites y se afecte a otros, los damnificados puedan buscar una reparación.

¿O será que prevalece la libertad de expresión de quien se escuda en el anonimato, sobre el derecho al buen nombre del agraviado?

El Estado debiera garantizar a los asociados un ejercicio equilibrado de Derechos y Libertades.

Las  falsas meretrices de ésta historia tuvieron un final feliz. No me malinterpreten.

Esta vez si se pudo castigar al agresor. Seguramente nada habría pasado si ese mismo agravio lo hubiese emitido Superman.

Bueno es culantro, pero tampoco tanto