La sociedad siempre ha sido generosa con los hijos de familias privilegiadas. Llegan al mundo en cama de oro. Crecen en la abundancia y lo mejor se reserva para la infancia, adolescencia y el resto de sus vidas. En colegios y universidades excepcionales se les educa con los más famosos catedráticos.
Luego, con precocidad y como llovido del cielo, son escogidos para cargos de gran significación con asesores para que todo salga bien. Desde que nacen son ministricos y son preelegidos de la fama. Esta situación fue la que transformó con la impresionante universidad nocturna. Idea prodigiosa del veterano educador antioqueño Julio Cesar García.
Este poderoso proyecto fue cuestionado con la afirmación de que si una persona trabaja todo el día y luego, de seis de la tarde a 10 de la noche trata de estudiar, convierten las aulas en recintos para dormir, proletarizando y degradando la formación académica.
Esto se rebatió expresando que no solo el estudio, cualquier empresa que se afronte resueltamente, con pasión, con mística y fervor, en forma inexorable produce resultados sorprendentes.
Los mejores atletas deportivos de Colombia, los campeones, casi siempre en su inmensa mayoría son de origen popular, no muy bien alimentados, ni en buenas condiciones, ni en buenas condiciones monetarias y por su carácter indomable son los primeros entre los mejores.
Por aquello de que la fe mueve montañas, en un mismo periodo la Universidad la Gran Colombia ha tenido hasta siete magistrados en las altas cortes, gusto que no se lo han dado otras más famosas y conocidas universidades.
La educación nocturna derrumbó el falso mito según el cual solo los hijos de los que monopolizan el gran poder, el gobierno y las altas influencias tenían derechos a las más encumbradas dignidades.
A la aristocracia de la sangre, la democracia respondió triunfalmente con la fuerza de la inteligencia, el conocimiento y el carácter. Al mundo lo domina la energía del cerebro.
En el campo empresarial, en el mundo financiero, en la política y en todos los espacios significativos, los profesionales de la Universidad La Gran Colombia se imponen olímpicamente, gracias a la formación recibida en este claustro.
Ahora mismo, en alianza con muy conocidas fundaciones construye las mejores edificaciones académicas para comodidad y satisfacción de sus estudiantes y de la selecta planta administrativa.
En la civilización que vive Colombia y el mundo, la riqueza de los terratenientes, de los capitalistas y de los banqueros, nada valen frente al poder inabarcable del conocimiento.
Ya no es la tierra, ni las mágicas maquinarias de las gigantescas fábricas la sustancia de la nueva riqueza. Ella está en las ideas que bullen en el cerebro de las personas impulsadas por las casas del conocimiento que son las universidades.
El conocimiento es un bien intangible e inagotable que tiene el misterioso poder de generar más conocimiento, ahora denominado Inteligencia Artificial (IA).