Derribando estatuas y tradiciones | El Nuevo Siglo
Miércoles, 3 de Julio de 2024

Con rabia, sevicia y rencor, basados en un sentido ideológico y en una causa animalista, políticos de izquierda derrumbaron vulgarmente en Duitama la estatua del torero Cesar Rincón, una gloria nacional del arte taurino.  

No ha sido solamente ese ignominioso acto, sino que las autoridades también han permitido derrumbar las estatuas que representan la historia de nuestro país, como fueron las de Sebastián de Benalcázar en Cali; la de Gonzalo Jiménez de Quesada y los Reyes Católicos en Bogotá, además de haber demolido el monumento a Los Libertadores de la calle 80, aunque este último tenía una razón válida de progreso por la línea del metro.  

Pero el caso es que en una nación donde no se respeta el pasado histórico, pero si se complace a una minoría que pretende borrar nuestra historia, negando la evolución del colombiano como una mezcla hispánica e indígena, es desconocer su propia realidad. Concretamente los colombianos somos el producto de un mestizaje en diferentes proporciones. Los apellidos que llevamos provienen de nuestros antepasados hispánicos en su gran mayoría. Nuestros genes proporcionalmente son el producto de la mezcla del español con el indígena; la educación, cultura, costumbres y religión se desprende de las enseñanzas recibidas hace unos cinco siglos atrás; por lo tanto, esa inquina que algunos tienen hacia ese innegable hecho histórico solo cabe en aquellos que se han dejado ideologizar por esas tendencias de una izquierda política absorbente y desvirtuante que pretende imponer sus nuevos patrones culturales.  

Haber derribado la estatua conmemorativa de Cesar Rincón en la plaza de toros de Duitama es una afrenta a aquellos que durante años han sido aficionados a la fiesta brava, soportando ese hecho en la muerte de los toros, afirmando que se trata de un crimen para el animal, sin tener en cuenta que ese ejemplar ha sido concebido, criado y levantado justamente bajo un patrón de bravura, especialmente para ese propósito de embestir y que en la historia del toreo también ha existido la muerte de valientes toreros en la faena como fue la del legendario Manolete, corneado por el astado miura Islero; Paquirri, Joselito ‘El Gallo’, El Yillo, Alberto Balderas y unos 70 más, entre ellos nuestro celebre Pepe Cáceres, que en franca lid se enfrentaron a ejemplares de 500 kilos con cuernos afilados donde perdieron sus vidas.  

Pero volviendo al toro, si bien es cierto que la gran mayoría de veces muere en la arena bajo la espada del matador, que de no ser así finalmente moriría en el matadero a manos del matarife, entonces la pregunta es ¿preferible morir con gloria y honor, aplaudido en el ruedo o morir vulgarmente en un camal sacrificado sin pena ni gloria? Finalmente, en los dos casos, la carne del animal termina en la mesa de los humanos. 

Reconozco y apoyo la causa animalista que busca protección a nuestros hermanos menores, pero debe ser consciente de las realidades históricas culturales, donde el propósito no es hacer sufrir al animal. El torero, el picador y el banderillero también se enfrentan a la bravura del toro, exponiendo sus vidas.  

Por último, hay que abogar por el respeto a la historia, cultura y tradiciones de los pueblos. 

arangodiego@hotmail.com