“El mundo tiene un plazo de 30 a 50 años antes de que desaparezcan los recursos naturales que sustentan la vida, si no se ataja la contaminación”, dijo recientemente el antropólogo inglés Ashley Montagu”.[1]
La superpoblación actual hace más difícil el indispensable equilibrio entre los habitantes y los recursos naturales, de cada área o país. Y el “conservacionismo” que nadie discute, choca contra el doble muro de la ignorancia general y la indiferencia campesina. Torpeza absurda.
Una política de conservación y lucrativo empleo de recursos naturales requiere sólidas investigaciones. ¿Cómo conservar bosques y asegurar a un mismo tiempo, mejores niveles de vida a los campesinos? ¿Cómo saber cuándo la veda es beneficiosa? ¿Y hasta cuál tonelaje la pesca del atún no es un atentado contra la proliferación de la especie? etc.”
No sólo la tala indiscriminada y sin técnica de las selvas malgasta los suelos, sino que la mala utilización empobrece las tierras antes ubérrimas. Y la caza de animales silvestres, por deporte o afán exportador, extingue especies valiosísimas. Urge controlar tráfico de aves.
Así está ocurriendo en Colombia, el país de más rica avifauna, con los cóndores, pavos reales, gallinetas y muchas variedades que están en vía de extinción. Lo mismo que el puma, el venado blanco de la Sabana de Bogotá. En Ecuador, Perú, Bolivia, no hay veinte mil vicuñas, y las llamas y alpacas son muy raras hoy.
Muchas reuniones internacionales vienen celebridades para la defensa de los recursos naturales y en todas se ha recomendado como esencial “fomentar la preservación de los parques nacionales y promover su explotación turística. En Colombia se destaca el “Parque Tayrona”, entre Barranquilla y Ciénaga, y el de “La Macarena”, en decadencia.
En materia de recursos humanos, que son la fuerza de trabajo primordial, hay mucho desaprovechamiento: por carencia de capacitación o por falta de apetito de trabajo en muchos jóvenes y gentes maduras; hay subestimación de talentos y aptitudes y supervaloración de intrigantes, que son nulidades acampadas en la burocracia, a condición de devengar sin fatiga. Brigadas que van a la universidad, pero no son estudiantes…
Muchas actividades productoras carecen de seguridad y estímulo del gobierno. Nuestra legislación no sabe de incentivos. Y nadie se acuerda ya de que el poderío de Estados Unidos creció bajo el lema “Quien no trabaja, no come”.