Lo que para el gobierno representa un "día sin carro y sin moto", no necesariamente lo es para todos los ciudadanos.
En realidad, se trata de un ejercicio de pedagogía con el fin de crear conciencia ambientalista y buscar otros beneficios adicionales a la reducción de CO2, como disminuir la accidentalidad cuya probabilidad es apenas obvia al sacar de circulación de un sólo tajo más de 1,6 millones de vehículos.
Entonces, aun tratándose de un fin loable, al ver el asunto con más pragmatismo se hace necesario evaluar a fondo los perjuicios y dificultades que ésta medida conlleva, en cuanto al desarrollo de las actividades comerciales y otros asuntos inherentes a la rutina urbana.
La Alcaldía de Bogotá, al igual que en otras ciudades del país, insiste en hacer creer que un "día sin carro y sin moto" es una iniciativa "maravillosa" como solución a los problemas de movilidad y del calentamiento de nuestro planeta.
Mientras tanto, año a año la circulación de automotores aumenta a un ritmo descomunal y son varias las obras que hacen falta para lograr la ampliación de la infraestructura vial.
Por cada carro nuevo se matriculan tres motos, tal como sucedió en 2018 o sea, que mientras se expidieron 15.965 nuevas matrículas para carros, las de motocicletas fueron 47.798, incremento al compás de las sirenas de las ambulancias involucradas en el negocio de recoger y llevar lesionados por cuenta del SOAT; y en muchos casos, más lamentables aún, de motociclistas muertos, configurándose un gravísimo problema de salud pública.
Las facilidades de pago para adquirirlas, hasta sin cuota inicial, y el deficiente control de los organismos de tránsito a quienes las conducen sin la debida experiencia ni el lleno los requisitos, entre otras, son las causas de su proliferación.
De igual forma, siendo un jueves el "Día sin carro y sin moto" como se tiene establecido, el segundo del mes de febrero de cada año, termina convirtiéndose en una especie de puente festivo, como si con los existentes no fuese ya suficiente.
De ahí, que ese día, durante el cual se trabaja poco y se produce menos, ocasiona un alto impacto económico negativo general, salvo para los conductores de servicio público, especialmente los taxistas, quienes más bien lo perciben como una especie de conquista laboral, por tratarse de una prerrogativa otorgada por el Estado, para obligar prácticamente a la ciudadanía a utilizar sus servicios con la consecuente concentración del beneficio en ellos.
Este además se volvió un día de "ocio" especialmente para quienes no " marcan tarjeta", pues llegan tarde y si tienen una reunión, lo más seguro es que la pospongan para quedarse en casa.
Lo mismo podría pensarse de quien haya pensado en salir de compras, seguramente tampoco lo hará.
Ahora bien, los dueños de bicicletas y en edad para utilizarlas, pueden hacerlo todos los días en cualquier ciclo-ruta sin necesidad de paralizar la ciudad.
Y como si fuera poco, aún continúan transitando vehículos que debieron haber salido de circulación hace años por el alto grado de contaminación que provocan y el riesgo que representan.