DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Noviembre de 2011

¿A quién le incomoda Juan Pablo II?
 

 

EL  domingo en la noche un desquiciado intentó decapitar la estatua de Juan Pablo II, bendecida hace tres semanas por el arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, en el Parque Simón Bolívar.
Si no creen, ni quieren ¿Por qué temer su recuerdo y el poder evangelizador de Juan Pablo II, si ya está muerto?
¿A quién le incomoda que la visibilidad de su padecimiento en los últimos años, haya empoderado a millones de enfermos, del cuerpo y del alma, para unir su dolor a la cruz de Cristo y ofrendarlo?
¿A quién le incomoda que con la intercesión de Juan Pablo II, Dios esté haciendo milagros?
¿A quién le incomoda su humildad frente a los sufrientes, su sencillez en el trato y su empatía emocional mediática y contagiosa, en la conquista de almas para Cristo?
¿A quién le incomoda su firmeza doctrinal, basada en los Evangelios?
¿A quién le incomoda que él le haya dado su lugar a los poderes de este mundo y se haya regido por el poder del Espíritu Santo, para gobernar la Iglesia?
¿A quién le incomoda que Juan Pablo II, mirando a los ojos a los opresores y dictadores de este mundo, haya condenado la esclavitud y exigido la libertad de sus pueblos?
¿A quién le incomoda que él haya sido determinante en la caída del comunismo, del muro de Berlín y haya fustigado el capitalismo salvaje?
¿A quién le incomoda que él haya ejercido su pontificado, fiel a la tradición de la Iglesia y con la plena autoridad de Pedro?
¿A quién le incomoda que él haya predicado la dignidad de la persona humana y haya querido ser recordado como “el Papa de la familia?
¿A quién le incomoda que millones de fieles, lo hayan acompañado a la hora de la muerte, al grito de ¡Santo Ya!?
¿A quién le incomoda que millón y medio de fieles, provenientes de los rincones más apartados del mundo, hayan orado juntos en la Plaza de San Pedro, durante la beatificación?
¿A quién le incomoda que el Papa Benedicto XVI haya reconocido las virtudes heroicas de su antecesor?
¿A quién le incomoda que nos haya conducido a los brazos de María, recordándonos que también somos hijos suyos?
¿A quién le incomoda que Juan Pablo II haya pedido perdón por los errores cometidos por la Iglesia, a través de la historia?
¿A quién le incomoda que Juan Pablo II haya perdonado a su victimario, Ali Agca, sin interferir con la justicia humana?
¿A quién le incomoda que él haya buscado acercar a las religiones del mundo, como fuerza espiritual de la humanidad?
¿A quién le incomoda que Juan Pablo II nos recordara que Dios, además de ser un Padre justo es un Dios Misericordioso a la hora de la muerte?
Hoy más que nunca necesitamos escuchar la voz de la Iglesia, para desagraviar lo ocurrido con la estatua de Juan Pablo II, y no permitir que ocurra lo mismo con su cuerpo espiritual.
Como dice la Conferencia Episcopal Colombiana: “Exhortamos a los fieles para que eleven sus oraciones como desagravio de este doloroso hecho”.