Una gran hecatombe nacional se produjo en días pasados por el enfrentamiento entre dos grandes gladiadores, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, destacado líder y Daniel Samper Ospina, periodista a quien siguen millones de twiteros.
Ambos cuentan con furibundas barras bravas que los defienden a muerte, no permiten que ni siquiera sean tocados con el pétalo de una rosa, pues son considerados dioses libres de toda mácula.
Uribe en un trino acusa a Daniel Samper de violador de niños, Samper responde que demandará al expresidente, porque no ha cometido ningún delito, es una verdadera calumnia que pone en peligro su vida.
Las barras uribistas manifiestan “el que no esté dispuesto a defender a Uribe contra la jauría, que retire su nombre como candidato del Centro Democrático”. Y las barras samperistas afirman que “tratar de violador de niños al periodista Daniel Samper no es sólo una infamia irreversible que habrá de tener solución en la justicia, sino que también es un repugnante acto de violencia que ya ha empezado a llamar a más violencia.”
Estos hechos me llevan a preguntar cuál de los dos estarán libres de pecado: ¿Si Uribe por calumniar a Daniel por maltratar a una niña de tres meses de nacida, asociando públicamente su nombre con drogas ilícitas, refiriéndose a Amapola, la hija de Paloma Valencia, o Daniel Samper cuando califica a un personaje “bocachico” como lo hizo con el registrador nacional, o menciona a un expresidente dialogando con un burro?
El diccionario de la Real Academia define el humor como un “modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas”. En ninguna parte el humor es sinónimo de irrespeto.
También preguntémonos ¿si la trayectoria del expresidente Uribe ha sido marcada por la legalidad y la moralidad? En una ocasión amenazó a un contendor con la famosa expresión “le rompo la cara marica si lo llego a ver”. Igualmente tuvo que retractarse ante las madres de Soacha por haber tratado a sus hijos como falsos positivos.
Y no se nos olvide que Uribe trabaja y trabaja por polarizar a los colombianos recurriendo a toda clase de mentiras y calumnias. Agreguemos su falta de patriotismo cuando asiste a foros internacionales para denigrar de nuestro país. Ignora que los trapitos sucios se lavan en casa.
En conclusión, ni el expresidente es moralista ni legalista, ni Daniel es un periodista respetuoso con los personajes mencionados en sus artículos. Ambos actúan como demonios.
Buen humor encontraría en las palabras que Satanás utilizaría para darles la bienvenida al infierno a estos dos personajes. Uno con la dignidad de Presidente de la República y el otro con la dignidad de youtuber de gran ingenio popular.