Existen personas que trabajan la tierra para sustento familiar, otras para producir cosechas con destino a mercados nacionales, y un pudiente exón de exclusividad para exportación a mercados internacionales. Los objetivos son diferentes, pero todos dependen de la explotación agrícola. Algunos dicen tener suerte y obtienen beneficios significativos porque subieron los precios de los productos, a otros les fue mal, los créditos los hicieron fracasar y perdieron. Se perjudicaron y no volvieron a cultivar la tierra, o se dedicaron a otros negocios o actividades. Caso lamentable y de estudio.
Las causas son diferentes y preocupantes. Por consiguiente, deben comentarse algunas para tenerse en cuenta y evitar fracasos en el futuro. El primer lugar lo ocupan las variedades vegetales que deben escogerse de acuerdo con su vigor genético, es decir que son resistentes a las plagas, a enfermedades, a inclemencias del medio ambiente y que reúnen cualidades de primer orden para los mercados.
No deben cultivarse aquellas variedades vegetales que aparentan buena presentación, pero que son susceptibles a los fenómenos enumerados anteriormente. Como es natural, estas variedades han sido seleccionadas especialmente para climas calientes, templados o fríos.
El segundo lugar lo constituyen las clases de suelos de acuerdo con los temas anteriores. El tercero y más importante lo constituyen las aguas, que es uno de los factores básicos en el origen de la vida terrestre; en otras palabras, sin agua no hay vida tanto vegetal como animal. Decimos que el agua no contaminada es el principio de cultivos en tierra o sin tierra, en este caso cultivos hidropónicos.
Aquellas variedades que se siembran forman, cualesquiera sean los métodos utilizados, los semilleros terrestres donde germinan y cumplen el ciclo biológico que les pertenece en un tiempo determinado, como un mes en hortalizas y el rábano, dos meses las lechugas, tres meses el repollo, cuatro a seis meses las papas, etc.
Estos vegetales están sometidos a los microclimas y macroclimas colombianos propios de la Zona Tórrida y con variables como la altitud sobre el nivel del mar, es decir la topografía de las cordilleras de los Andes, los Llanos Orientales, región del Amazonas, Orinoquía, Vaupés y Caquetá. Las influencias de los vientos reinantes traen corrientes atmosféricas húmedas, secas, cálidas o frías que producen precipitaciones, formando los periodos de lluvias, sequías o heladas.
Es bien sabido que la tierra continúa en evolución y que los periodos trimestrales, semestrales y anuales cambian con las variables de buen o mal tiempo. El cultivador de la tierra tiene algunas lluvias naturales, aguas corrientes o aguas subterráneas que debe estudiarlas para poder explotar sus tierras de acuerdo con los tiempos y posibilidades económicas.
Sin entrar a analizar pormenores, decimos que el factor agua es la base de la supervivencia vegetal, animal y por consiguiente humana. Es el agua la que lleva en disolución los micro y macroelementos químicos que forman la materia viva de nuestro planeta. Las variedades vegetales que se quedan pequeñas, mal conformadas, de mala calidad y bajo rendimiento, son la resultante de la deficiencia o nulidad del agua entre las muchas causantes que influyen en el complejo denominado “ecología de los seres vivos”.
Un cuarto factor son las plagas y enfermedades causadas por pájaros, ratones, bacterias, hondos y virus. Las plagas acaban con las plantas de la noche a la mañana, y las enfermedades les dan un tiempo más largo para su recuperación o muerte, por lo cual son devastadoras. Todo depende de las variedades vegetales llamadas resistentes o susceptibles, del descuido, ignorancia o conocimiento con experiencia de quien emprende la explotación del cultivo.
La tecnología, la investigación y el recurso económico son las fuentes de toda explotación agropecuaria o industrial propias del hombre. Producen trabajo como fuente de riqueza, dignifican y educan la sociedad comunal, y se efectúa la productividad de los pueblos.