EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Febrero de 2012

 

Entereza en las dificultades

 

La vida nos suele parecer muy amable mientras permanecemos en nuestras zonas de comodidad, esas que nos aletargan y anestesian en medio de un disfraz de supuesta plenitud. Pero cuando llegan las dificultades, esas inevitabilidades de la existencia, nos podemos derrumbar muy fácilmente. Las dificultades son pruebas, son los exámenes parciales del curso de la vida; sólo que de estas no tenemos programaciones ni cronogramas establecidos: llegan cuando menos lo sospechamos, en medio de la incertidumbre. Y si no nos hemos preparado para la prueba, como para una previa lo hacemos en la vida escolar, tenemos gran posibilidad de no superarla con éxito.

¿Cómo nos vamos preparando? En la medida en que nos conectemos cada día más con nosotros mismos y vivamos en presente, iremos desarrollando habilidades para afrontar los retos de la vida. Conectarnos significa avanzar paso a paso en una mirada integral de nosotros mismos, con plena consciencia sobre nuestros pensamientos, emociones y nuestro cuerpo. Pero no se trata de cualquier mirada, sino de una percepción amorosa.

No es una visión romántica, superficial, melosa o sin fundamento alguno. Por el contrario, el amor sano implica reconocerse con lo que hay, con aciertos y errores, luces y sombras, trabajando constantemente en aprender, sin necesidad de compararse con nadie; implica tener la disciplina de mirarse por dentro y conectarse espiritualmente. En la medida en que nos conectamos en amor trascendemos los miedos y construimos la entereza.

La fuerza efectiva y eficaz es la interior. Pero muchas veces la fortaleza la solemos colocar en el afuera, lo cual equivale a construir un rascacielos en arenas movedizas: en la vida laboral, en el amor de la pareja, en el reconocimiento de los amigos, en las posesiones materiales. Evidentemente todo ello es importante; sin embargo, no tenemos ninguna certeza sobre la permanencia o invariabilidad de nada de ello. De manera que si hemos desplazado nuestra fuerza hacia el exterior, cuando éste se transforma, se nos mueve el piso y, si hemos apostado nuestra fuerza en el juego del afuera, corremos el riesgo de perderla.

Tener entereza para afrontar los problemas de la vida parte del amor. Es desde el amor que podemos convivir con una enfermedad y aprender de ella. Es por amor que podemos reconocer nuestros errores y tener la fuerza necesaria para responder por ellos. Es la fuerza del amor interior lo que nos permite sobreponernos a una ruptura emocional o a la muerte de un ser querido. Es desde la fuerza de nuestro corazón que podemos aprender en las incomodidades de la vida. Si día a día alimentamos nuestra fuerza interior podremos superar las pruebas difíciles y reconocerlas como regalos de la existencia.