Escuchar a Dios
Dios habla de diferentes maneras, todos los días. A mis consultantes les digo que Dios no es algo del más allá, que la espiritualidad no es del más allá; por el contrario, es del más acá, de una proximidad tan íntima e inmediata, que a veces no nos damos cuenta. Cada quien tiene sus propias ideas sobre la divinidad, que se originan en diferentes fuentes, aunque la fuente principal, que solemos no escuchar, es la fuente interior, la conexión inherente que como seres humanos tenemos con lo trascendente. La primera fuente externa es la familia: cada grupo familiar tiene una aproximación a la divinidad, bien por afiliación o por negación. Allí aprendemos a reconocer o no la existencia de Dios. La familia a su vez toma su relación con Dios desde la cultura, la segunda fuente, pues las religiones son construcciones culturales, conjuntos de prácticas, rituales y doctrinas que nos plantean una aproximación a Dios.
Nuestra cultura, que es principalmente cristiana, toma de las tradiciones sagradas derivadas de Jesús los elementos para una aproximación a Dios. El país sigue siendo principalmente católico, pero otras opciones cristianas tienen mucha fuerza. Si bien una mayoría ha sido bautizada en la Iglesia Católica, cada vez más personas se bautizan de nuevo en otras denominaciones. Y son menos las personas de otros credos tan importantes en la tradición como fundamentales en la comprensión de Dios: judíos, islámicos, budistas, shintoistas, hinduistas, sin dejar de lado las tradiciones sagradas nativas, que nos conectan con nuestros ancestros amerindios. Lo triste es ver cuando las religiones, antes que hacer honor a su nombre (del latín religare, re, de nuevo, y ligare, amarrar: unirse nuevamente con el Creador), dividen, segmentan.
Por eso creo que si bien las religiones son importantes, no son absolutamente necesarias para una experiencia espiritual, trascendente. Consecuentemente, muchas personas en su búsqueda personal de Dios pueden transitar de una religión a otra. Claro que puede existir el riesgo de la confusión generada por el cambio de unas tradiciones y prácticas hacia otras; pero también se puede suscitar una mayor comprensión de Dios, desde una experiencia vital.
Creo que cada quien tiene derecho a construir su dios personal, y desde allí habla la divinidad. Y habla en forma diferente a cada quien, pues tenemos historias de vida, experiencias, conocimientos, sensaciones y emociones diferentes. Por ello lo que Dios le habla a alguna persona en su corazón puede ser muy diferente a lo que le dice a otra. Así pues, creo que Dios no es cuestión de doctrinas rígidas, sino de conexión individual; lo colectivo viene después. Esa conexión puede o no pasar por una religión, pero no puede dejar de pasar por el corazón.