Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Mayo de 2015

ESENCIA

Fuerza interior

Los seres humanos somos un dechado de fuerza: cada día, todos los días, sabemos de alguien que consigue alguna hazaña física, en cualquier lugar del planeta: algún futbolista que hace un gol espectacular, un escalador que trepa las cumbres de los Himalayas, alguna pesista que levanta cientos de kilogramos sin reventarse, un beisbolista que empuja cuatro jonrones en un partido. Sí, son ejemplo de esfuerzo, trabajo y constancia.

La mayoría de las personas, sin que tenga puestos los reflectores encima, también realiza esfuerzos cada día: pasa un parcial en una universidad, corre cuadras enteras para llegar al trabajo, alcanza una meta organizacional, consigue lo del diario para alimentar a sus hijos. Sí, los seres humanos tenemos fuerza y cuando la encauzamos hacia donde corresponde obtenemos resultados sobresalientes.

Utilizamos la fuerza hacia afuera, pero no siempre hacia adentro. De hecho, la mayoría de los seres humanos lleva a cuestas historias dolorosas, que rayan en el sufrimiento, pero no se atreve a mirarse por dentro. Sí, revisar los monstruos interiores asusta y es un miedo esperable en un mundo que privilegia la imagen y todo lo que pueda mostrarse, para que en la comparación se establezca quién es el mejor. En el mundo interior no hay mejores ni peores, las comparaciones no caben. Todos los seres humanos arrastramos historias que sanar, dolores que enfrentar, heridas que reparar. Es allí cuando necesitamos esa fuerza que hacia afuera sale como un chorro potente de energía, pero que para adentro apenas alumbra tímidamente.

Para que algunas personas descubran y usen su fuerza interior ha sido necesario sufrir un accidente, ser víctimas de un ataque violento, padecer una enfermedad dolorosa o vivir la muerte de un ser querido. Ellas merecen respeto y admiración.  Pero no todos los seres humanos necesitan llegar a esos extremos aterradores para reconocer la fuerza y aventurarse en el mundo interior. Cada ser humano es poseedor de esa potencia vital: la tenemos desde que el potente espermatozoide fecundó al poderoso óvulo. La fuerza de lo femenino y la de lo masculino se fusionaron en una suerte de Big Bang, que nos permitió empezar la aventura de esta vida encarnada.

Somos los depositarios de la fuerza de nuestros ancestros, materializada en el cuerpo físico que somos. Es la potencia que impulsa al corazón para bombear sangre a todo el cuerpo, la que permite que las neuronas se conecten, el ímpetu que trasciende lo físico y permite que tengamos pensamientos y sentimientos poderosos.

Cuando decidamos usar parte de la fuerza que mandamos hacia afuera para mirarnos hacia adentro, nuestra vida sería radicalmente mejor. Y podríamos soltar miedos, rabias, parálisis, frustraciones, culpas, abusos, abandonos, traiciones, “amores” insanos… Solo si decidimos.

@edoxvargas