El confinamiento preventivo intermitente será una de las características de la sociedad internacional.
Eso exige repensar la educación, no tanto en los planos logísticos o tecnológicos, como en su razón de ser, esto es, en sus dimensiones esenciales.
Son diez los rasgos que podrían identificar a la que llamaremos “educación fundada en potenciales”.
1- Educación para gestionar y superar las crisis. La crisis permanente es el concepto clave de la nueva era. Por eso, será necesario un currículo mínimo y un máximo de desafíos que la comunidad académica habrá de plantear y resolver en redes, o mejor, en coaliciones: estructuras flexibles y temporales para encontrar soluciones ante los “misterios” del conocimiento.
2- Resiliencia y resistencia. Una educación para resurgir desde las cenizas y la frustración con el fin de fortalecer las estructuras cognitivas.
3- Una educación consociacional. Los sectores económicos, las corporaciones y gremios han de estar conectados (como socios) con los centros educativos para dar respuesta a exigencias productivas concretas.
4- Educación desde la diversidad y para la diferenciación integradora. Se explotarán a fondo las sutilezas y protuberancias que identifican a las distintas culturas no solo para garantizar la supervivencia de las lenguas y costumbres sino para deleitarse con cada diferencia, por mínima que parezca.
5- Educación ejecutiva. La especulación creativa será concebida en función de la utilidad, o sea, de cara a superar problemas, conflictos o emergencias sociales complejas.
La comunidad académica centrará su atención en cómo tomar decisiones responsables, adaptativas y verdaderamente transformadoras: educación decisional.
6- Efervescentemente alternativa. Estará centrada en una pregunta clave: “Y tú, ¿cómo lo harías mejor?”
Es decir, la ejecución de políticas será fundamental para poner a prueba cómo han sido formuladas y de qué manera resultan evaluadas, percibidas y valoradas.
7- Educación sensible. Esto es, reconciliadora, restauradora, horizontalizada, empezando por la igualdad y la correspondencia virtuales, propias de una genuina ciudadanía digital.
8- Educación para la estimulación de potenciales (principal preocupación de este modelo). Reside en los hallazgos inducidos y compartidos sobre aquellos campos del conocimiento que autosatisfacen pero que también permitirán servir a los demás.
9- Histrionismo. Una educación dinamizada por la expresividad, sobre todo, en tiempos de distanciamiento social. Danza, artes digitales: escénicas, plásticas, performance on line. Poesía multiplicada.
10- Ubicua. Monitoreada. Enlazada con grupos de interés en diferentes latitudes y acompañada por los adultos mayores, en una ‘mancomunidad de la sapiencia’.
Dicho de otro modo, un universo académico que hace compatible la noción de inconsciente colectivo (pulsiones, arquetipos y simbología transcultural) con la noción del ‘yo digital’, basado, estructuralmente, en el poderoso e inacabable estímulo democrático que supone el hipertexto.
Y que, por supuesto, promueva y asegure el empoderamiento virtual, de tal modo que se logre consolidar cada vez más la ciberprotección y la ‘seguridad mutual’, aquella basada en el interés propio (el individualismo libertario) pero también en el estimulante ejercicio de la solidaridad transversal.