“Al feminismo le llegó la hora de modernizarse”
Da tristeza que en estos tiempos se defienda más la vida de un toro que la de un bebé. Con el inicio de la temporada taurina en Bogotá, el Distrito, en cabeza de la Alcaldesa, adelantó una campaña para desestimular la asistencia de los bogotanos a la fiesta taurina. Yo que soy vegetariana hace más de 20 años, celebro que ningún ser vivo sea asesinado con crueldad.
Sin embargo, una semana más tarde, la misma Administración radicó un concepto positivo a favor de despenalizar el aborto en Colombia. Y ahí se evidenció una clara contradicción en el orden y jerarquía de la defensa de la vida.
La lucha por los derechos de las mujeres no puede seguir en el terreno de los extremos. Es dañino y obsoleto. De una parte, el aborto debe ser la última opción de método anticonceptivo y de otra, hay que defender las tres excepciones aprobadas en Colombia porque son adecuadas y sensatas en aras de proteger los derechos sexuales y reproductivos negados por siglos a las mujeres. Pero estas excepciones deben regularse en tiempos y que no ocurran a los siete meses de gestación. Porque ahí la vida que se está agrediendo es la del bebé.
En este punto y aras de la verdad, debo decir que hace muchos años, cuando no había cumplido ni treinta años, ni había tenido a mi hijo, en este mismo espacio defendí el derecho al aborto. Pero los tiempos cambian y hoy considero que el feminismo del que tanto aprendí y que tantas oportunidades me ha brindado como mujer, está llamado a modernizarse.
Lo que está en mora es la implementación de una política pública de salud sexual y reproductiva que es el camino para prevenir embarazos no deseados. Y es eso lo que debemos reclamar, reconociendo que es la familia la principal responsable en la formación de los niños y adolescentes, luego el refuerzo en los colegios y al final del espectro, el Estado.
En lo particular siempre me ha incomodado que los hombres a lo largo de la historia hayan legislado y decidido sobre cuerpo de las mujeres. Hombres que ni siquiera tienen el valor de hacerse una vasectomía. Pero resulta que las mujeres tampoco podemos legislar con el odio masculino que ha generado tantas guerras, incluso en nuestros cuerpos. Y las feministas que me leen, saben muy bien a qué me refiero.
Reitero que al feminismo le llegó la hora de modernizarse. Así como las mujeres no queremos que nos digan qué hacer con nuestros cuerpos, me pregunto ¿en qué momento creímos que nosotras sí tenemos el derecho para decidir sobre la vida que engendramos?, y, por último, y aún más moderno, innovador y retador para el discurso feminista: ¿cuándo vamos a reconocer el derecho a decidir de los papás que contribuyeron en la procreación?
¿Dónde queda el canto de “y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” cuando de un bebé indefenso se trata?, ¿la culpa de un embarazo es del bebé?
Es hora de ponernos las pilas y dejar de esperar que el Estado resuelva los problemas que se originan en una cama. A usar condones, pastillas, parches, hacerse la vasectomía y asumir con responsabilidad la vida sexual.
Y tengamos claro que el aborto de un bebé de siete meses no es un aborto. Es un asesinato.