Varias coincidencias, no tan afortunadas, se dieron en el marco del Congreso Empresarial Colombiano de la ANDI y de su Asamblea, entre otras, titulada como la “Agenda de crecimiento para el país que soñamos”. Una es la divulgación de la cifra del casi nulo crecimiento de la economía en el segundo trimestre, que da cuenta de su desaceleración que, aunque esperada, se percibe como más profunda.
Dentro de este resultado, una de las mayores preocupaciones es la caída de la inversión. Hecho que da lugar a otra casualidad, pues esta es el reflejo, entre otras circunstancias, de la incertidumbre permanente del sector privado, siendo, en este caso, la clave: La confianza, como el libro de Francis Fukuyama, uno de los invitados estrella del Congreso.
Basta con recordar el argumento de Fukuyama en cuanto la confianza es la precondición de la prosperidad. Como en las familias, en toda sociedad y en la acción de gobernar, la cohesión depende en gran medida del grado de confianza que se transmite.
Desde el punto de vista del gasto, no nos va bien en ningún renglón: ni en el consumo, las exportaciones ni las importaciones. Sin embargo, el mayor peso en el bajo crecimiento de la economía, en el PIB, está dado por la caída en el 24% en año completo en la inversión (en la formación bruta del capital), incluso a niveles de la pandemia.
Es claro que las altas tasas de interés como la lenta ejecución de los programas de inversión del gobierno han influido en este resultado, pero también se hace evidente que cuando el empresario se muestra desconfiado prefiere quedarse quieto. En consecuencia, bajan las inversiones en maquinaria y equipo, viviendas y proyectos, como lo muestran las cifras.
Basta con mirar esta conclusión de Coleman, cuya teoría del capital social muchas veces se complementa y cruza con los de Fukuyama, como una radiografía de lo que está pasando. Así argumenta que en la sociedad la instauración de la confianza puede ser débil cuando el fundamento sobre el cual se establece es rápidamente removido por la incertidumbre, la sospecha, el recelo, la inseguridad, y es fuerte cuando hay expectativa de honradez, cumplimiento de compromisos y reciprocidad.
Al gobierno le queda la posibilidad de dar un vuelco como transmitir seguridad al sector productivo, en la conciencia de su construcción de país, tal como lo menciona Fukuyama en su exposición. A un Acuerdo Nacional, que se ve lejano, antecede la confianza, la certidumbre y la serenidad del discurso.
Es necesario que el gobierno se abra a la posibilidad de tener interlocución con el sector privado y tener la tenacidad de vincular en las reformas parte de su visión, con sus propuestas y modificaciones, pues en fin de cuentas son quienes palpan sus verdaderos efectos.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI