Los pronunciamientos de la Corte Constitucional se dividen en dos: fallos jurídicamente equilibrados -que ayudan al ordenamiento de la sociedad- y fallas geológico - jurídicas, que permean el andamio y dañan la estructura de la civilidad. En esta última clase se encasilla la reciente sobre la declaratoria de inconstitucional del art. 33 del Código Nacional de Policía, que intentaba prohibir la ingesta de maracachafa y demás sustancias psicoactivas en parques y espacios públicos. La típica excusa: se vulnera el art. 16 de la Constitución, que nos sabemos ya de memoria: “Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico”. Pero de su mismo texto se infiere, Magistrada Ortiz: los derechos de los demás y el orden jurídico no pueden vulnerarse en desarrollo del sacrosanto desarrollo de la personalidad.
Y eso es, precisamente, lo que hacen los marihuaneros, quienes no solamente se pierden en la galaxia ellos mismos -se arrebatan, se desinhiben y quedan a punto de jalea para delinquir- sino que alientan al resto de muchachos -simple aplicación del efecto demostración- a hacer lo propio, es decir, a meter vicio en los parques y zonas públicas de las ciudades, allí, rodeando las escuelas y colegios, para envolver con su aciaga humareda a nuestra juventud en formación. Es el Efecto Bareta, en que los chicos, sin siquiera haber leído el “Olor de la Guayaba”, quedan inexorablemente atrapados por el “olor de la maracachafa” y se enredan la vida.
Pero es el talante de esa alta magistratura. Carlos Gaviria, en las primeras de cambio de la Corte Constitucional, luego de creada por la Constitución del 91, como ponente de la sentencia que despenalizó la dosis mínima, abrió la compuerta en aras de defender el libre desarrollo de la personalidad como si fuera el sumun de la civilidad dentro de un ordenamiento jurídico y social ideal. Es la perfecta expresión del liberalismo, de la libertad y autonomía desbocada, en contraposición al orden, inclinando la balanza hacia aquel “principio” y desequilibrando al “cóndor herido” de nuestro escudo nacional, que para sobrevivir debería flotar en el justo medio entre la libertad y el orden.
Mucho daño se le ha hecho a Colombia con este tipo de fallas, que no vislumbran cosa diferente a un efecto irradiante maléfico al privilegiar la autonomía sobre la autoridad, al libertinaje sobre el orden. Por eso es que hay que volver sobre lo fundamental, consultar los principios rectores de la justicia y allí es donde nos diferenciamos con las tesis de Gaviria y de Juan Carlos Henao, otro exmagistrado librepensador a ultranza, cuyo pensamiento es el que irradia al de las nuevas magistradas, obnubiladas por el espectro de la personalidad.
Post-it. Ahora le dio al senador Petro Ferragamo por decir que el azúcar es más dañina que la cocaína y al poco le tomaron foto endulzando su café con una generosa cucharada de sacarosa. No ve la forma de golpear al gremio azucarero, sabiendo que es el que le da de comer a miles de votantes suyos y de su álter ego, Alexander López.