Colombia se convierte en una fatalidad para los inocentes, en donde no hay Dios, ni ley, sino una torva de desalmados que imponen su funesta voluntad, amparada por autoridades, poderosos grupos y comunidades que cohonestan o tiemblan ante las crecientes amenazas.
Nos encontramos en esa cuerda floja que nos han tendido plagas de rufianes que se pasean por campos y ciudades a costa de lo que arrebatan a una población que se parte el alma trabajando y produciendo para sostenerse y soportarlos.
Son pandillas de medrosos, que atemorizan y atropellan a los indefensos y laboriosos habitantes de una patria en la que reinan el miedo, el espanto y la muerte.
Dicen llamarse guerrilla o alzados en armas, que han revivido la pena de muerte y los muros de ajusticiamiento para sembrar el terror con fusilamientos.
Estos pusilánimes sin valor, ni espíritu, encaran a la desvalida niñez. Invaden la candidez de los inocentes, los secuestran para convertirlos en combatientes de sus bandas, como ocurrió con los cuatro niños indígenas del Putumayo. Los inocentes defendieron con valentía su libertad y abandonaron el campamento en donde estaban reclutados, para regresar a su comunidad Murui, a la que le pidieron apoyo para emigrar. En esas, llegaron los guerrilleros violando los derechos humanos para castigar a los cuatro niños. Con la población reunida, procedieron a fusilarlos. Desde entonces, Colombia los llora.
Así fue el mordisco que recibieron los niños de unos desalmados cobardes a los que el gobierno Petro y el comisionado de paz, en forma “blandengue”, les anunciaron reiniciar acciones ofensivas en Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo, cuando estos forajidos están en casi todo el país.
Somos un país en donde la niñez está amenazada por los mordiscos de la guerra, toda suerte de violaciones, padres desnaturalizados, drogadicción, trabajo infantil, deficiente escolaridad, insalubridad, bullying, desnutrición, alquiler para la mendicidad y toda suerte de vejámenes.
Según estadísticas, en solo cuatro departamentos se han registrado 63 reclutamientos de menores y 5 más en comunidades étnicas, por parte de grupos guerrilleros. 19 por el Clan del Golfo, 15 por disidencias de las Farc, 11 del Eln, pero sólo a ‘Mordisco’ se le notificó algún control.
Esta comunidad de 51 millones está inerme, se siente abandonada, sola, desamparada e indefensa, porque ve cómo cada hora asesinan hombres, mujeres, niños y líderes de las comunidades.
La paz total que tanto proclamó el presidente Petro, durante su campaña, pero que ahora quiere endilgar a los periodistas y a los medios, nadie la quiere, nadie la entiende, nadie la ve, nadie la respalda.
BLANCO: Gran acierto de Petro al designar Superintendente Financiero al gran economista Cesar Ferrari, cuya misión fortalecerá el sector y defenderá a los usuarios.
NEGRO: El descaro de “mordisco”, al ofrecer reparación a las víctimas por sus carnicerías, en lugar de frenar su sanguinaria acción.