El nuevo “Putin Possidetis Juris” | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Marzo de 2019

El famoso latinajo, en su primera y romana acepción, hacía referencia a la manera de darle visos jurídicos a una situación de facto, pero de largo aliento post facto, que permitía adquirir el dominio sobre partes de territorio, sin que nadie osara revirar. Utis prossidetis juris, ita possideatis (tal como lo poseías… tendrás el derecho de seguirlo poseyendo). Era una forma de legitimar posesiones, aún adquiridas por la fuerza de las armas, pero que a la larga se volvían pacíficas e imperturbables, como si resultaran ser acatadas a regañadientes por la gente, como en la paz de los sepulcros. Era la Pax Romana, al fin y al cabo.

Y ese famoso “articulito” nos sirvió a los iberoamericanos para tirar las cercas entre nuestros países, según los límites propuestos por nuestra Madre Patria para definir divisiones administrativas de virreinatos y capitanías; y con esa fórmula nos fue bien, pues el proceso de “destete” de España transcurrió sin que se derramara mucha leche entre las naciones que fueron estrenando la soberanía en los potreros sudamericanos. Esos alinderamientos administrativos coloniales nos sirvieron de fuente para la definición de nuestras fronteras internacionales.

Pero hoy en día las fronteras se han vuelto tan firmes como la gelatina. La Corte Internacional de la Haya está dedicada, además de cavar su propia sepultura, a enredar la soga que mantenía con alguna firmeza los mojones entre naciones. El daño que le ha hecho a Colombia frente a Nicaragua, al privarnos de la soberanía sobre más de 70 mil kilómetros del Mare Nostrum es irreparable y de allí el único recurso que nos queda es ante la “Honorable Sala de Velación de la Suprema Corte Celestial”. Y nos volvieron trizas el Tratado Esguerra-Bárcenas –ad portas de celebrar un Siglo de vida- y nos movieron el meridiano 82 hasta el 80, pero a favor de la dictadura nicaragüense.

Y mientras, ¿dónde andaban nuestros internacionalistas? Quizás en Roncador y Quitasueño… porque nos abandonaron y nos dejaron solos, en manos de unos presidentes que no sabían lo que hacían, pues frente a Nicaragua no teníamos nada que ganar y sí mucho que perder y hemos debido denunciar (para retirarnos) el Pacto de Bogotá -que reconoce la jurisdicción de la Corte- desde el 2001, cuando Nicaragua presentó la demanda y no en el 2012, después del fallo de marras.

Pero ese no era el tema. El tema era la nueva fuente del Derecho de Gentes que nos ha inventado el nuevo Zar de Rusia, el señor Putin, siniestro y rasputinesco personaje que está dictando la agenda del mundo. Este novedoso principio Putin Possidetis Juris (que traduce algo así como: “tal como se le da la regalada gana al muy hijo de Putin, así se hará”), ya ha empezado a rendir sus frutos. En virtud de él Rusia se anexó, sin disparar más de un tiro, a Crimea, luego de hacerla separar de Ucrania, reviviendo la tristemente célebre Guerra Fría. Y Se ha dedicado ahora a llevar armas y efectivos militares rusos a nuestro nuevo primer mejor enemigo, Venezuela, como para decirle al mundo que el señor Maduro acá está y acá se queda. ¿Será que ahora sí nos llevó el Putin?