El simple hecho de aspirar a perpetuarse en el poder constituye el germen de las tiranías. Resulta aún más grave cuando se intenta disfrazar de democracia lo que, en esencia, es una dictadura. Petro no oculta sus ambiciones de aferrarse al poder, impulsado por su fantasía mesiánica de ser el salvador del universo.
Su manía de amenazar con “acudir al pueblo” como chantaje a los otros poderes del Estado, cuando no se doblegan a su voluntad, es preocupante. Esto incluye exigir al Congreso la aprobación de sus reformas nefastas y presionar a la Corte Suprema para que elija a su fiscal de bolsillo. A esto, se suma su insistencia en que el sistema electoral colombiano, que certificó su triunfo en 2022, es proclive al fraude y que el de Venezuela, notorio por sus elecciones fraudulentas, es preferible.
Es preocupante la situación del país. Durante año y medio, Colombia ha estado sin gobierno, y esta tendencia continuará. Petro se encuentra en una campaña política populista, malgastando el presupuesto en busca de apoyo, principalmente de sectores al margen de la ley. Su actitud se caracteriza por un ejercicio del mando ostentoso, a pesar del caos reinante. A Petro le seduce el poder, pero le resulta tedioso gobernar.
Los más de sesenta cambios en su gabinete, que terminan en la inclusión de activistas, marcan la ruta. Comenzó nombrando a personas serias y con experiencia, como José Antonio Ocampo, Cecilia López, Jorge Iván González y hasta Alejandro Gaviria; sin embargo, los sustituyó por no ajustarse a sus caprichos. Incluso, desplazó del ministerio de Salud a Carolina Corcho, quien, a pesar de sus posturas radicales, resultó menos agresiva que su sucesor, Guillermo Alfonso Jaramillo, un agitador intolerante y promotor del odio. Gustavo Bolívar, su compinche, resumió en una frase el futuro que aguarda a Colombia: “El presidente nos ha convocado a los petristas purasangre a colaborar en el gobierno”, haciendo alusión a la raza equina inglesa. En esa dirección, cabe añadir que Petro también convocó a ‘camaleones’, políticos que cambian de partido y se adaptan sin dificultad según las circunstancias.
Incorporó a purasangres y agitadores de confianza, no para gobernar, sino para liderar una campaña agresiva y confrontacional. Como a Bolívar en el DPS, sin importar su formación académica ni experiencia administrativa, pero con un presupuesto de 10.7 billones de pesos a su disposición. En Planeación, designó al exsenador Alexander López (cuota de Francia Márquez), un sindicalista radical sin conocimientos económicos, quien manejará una chequera con 10 billones de pesos. También a los exconcejales Carlos Carrillo en la UNGR sin los requisitos mínimos necesarios y a Diego Cancino, otro inexperto, como viceministro del Interior. Y cuenta con camaleones como Roy Barreras, probado en todos los partidos; Armando Benedetti, hoy blindado en una embajada; Mauricio Lizcano en MinTIC, quien ha brincado del uribismo al santismo y al petrismo sin sonrojarse. Y Luis Fernando Velasco, en MinInterior, que se mueve con soltura en distintos ambientes políticos.
Ante el panorama planteado por Petro, con su estrategia de rodearse de un grupo de agitadores y los mensajes subliminales de querer mantenerse en el poder más allá de 2026, es fundamental tener muy claro que el peligro acecha. Hay que enfrentarlo con decisión. Las monumentales marchas en su contra son, desde luego, un aviso contundente. Pero los colombianos debemos estar vigilantes y activos, no dormidos.