“La Filosofía estorba porque es crítica”
Hacerse el idiota siempre ha sido una función de la Filosofía, afirmó Deleuze en 1980 en su famoso “Curso sobre Spinoza”; solo que el idiota antiguo quería lo verdadero y el idiota modelo siglo XXI quiere convertir lo absurdo en la fuerza más poderosa.
Cosas absurdas ve uno todos los días en este país achiquitado por la estatura de sus gobernantes y con la ética descuadernada por la dictadura del logro, la misma que nos ha llevado a privilegiar el resultado más que el camino, la forma en vez del fondo, la apariencia más que la realidad y, por supuesto, el indicador por encima del propósito.
Como Filósofa yo me hago la idiota casi que a diario porque si no, no podría sobrevivir. Pero escucharle a un autoproclamado gurú de las transformaciones culturales usar como sinónimo de carreta, relleno, basura y sobrante la palabra Filosofía, me sacó de quicio esta semana y me hizo recordar a un tal Manolo Duque, un malhadado alcalde de Cartagena, quien por allá en 2016 preguntó al aire que a los estudiantes de la ciudad de qué les servía la Filosofía si se la tenían que jugar en la calle.
Pero qué se puede esperar en el país del vivo bobo. La Filosofía, que es vigilancia crítica, le hubiera servido a este burócrata para ponerse a salvo de sí mismo, a los de Odebrecht para no corromper en busca de lograr sus metas, a los de Space para no burlar la confianza de sus clientes, a Andrés Felipe Arias para no hacer bobadas en pos de agradar a los poderosos y a María Juliana Ruiz a deponer el ego y no sucumbir a la tentación de bautizar con su nombre un premio, porque hubieran comprendido que era mejor privilegiar el sentido que el indicador.
La Filosofía estorba porque es crítica, cuestiona la realidad, no adula, hace preguntas, inquiere por la verdad, desdeña las migajas del poder y desdice de la falacia oficial. Pero nos permite en el vértigo del ‘hacer, hacer, hacer’, mantener la integridad, la perseverancia, el foco en el ser humano que hace posible las gestas públicas y empresariales, ayudándonos, además, a vivir mejor.
Pero a quién le importa. La Filosofía ha sido expulsada de la vida pública y de la privada, de las iniciativas individuales y de las colectivas. Y, por supuesto, de las transformaciones culturales, tan robotizadas que anulan el pensamiento. Es la desnudez esencial de la Filosofía. Ciertamente inútil si uno la monetiza. Pero supremamente valiosa si uno la ignora.
Antes de ponerme a llorar en el malecón, voy al encuentro de una Filosofía Acaramelada de Crepes and Wafles, la única que queda en este país empequeñecido.