Desde temprana edad nos acostumbramos a escuchar en las noticias y a observar en muchos acontecimientos, a personas de gran renombre por su contribución a la sociedad. De un protagonismo ejemplar por sus conocimientos, experiencia y sabiduría; gracias a lo cual, marcaron derroteros y plantearon alternativas de progreso y bienestar general.
Sin embargo, con el transcurrir de los años y luego de su intensa participación en el diario acontecer, dejamos de verlos. De un momento a otro no volvemos a saber de ellos.
Es la ley de la vida. Sus importantes logros dan cuenta de sus Incansables batallas, pero el silencio y el olvido se encargan de excluirlos y es ahí donde comienza su fin.
"Es la radiografía de nuestra sociedad...los dejan en el ostracismo con todos sus méritos y capacidades,...aislados."(J.García)
Cuando, como corolario de su existencia tienen tanto que enseñar la oportunidad no se les vuelve a dar. De esa forma, lo que aún faltaba por hacer, ahí quedó.
Ahora ellos no están y si aún viven, dedican su tiempo a la introspección, a meditar y a hacer sus propios juicios con la sensatez que la madurez otorga.
La vida continúa pero se agota, a quienes pocos años les quedan, les sigue la implacable cuenta regresiva de un sólo dígito.
A otros, sin ninguna consideración les llega el relevo en su trabajo, simplemente por su condición de adultos mayores.
Los quebrantos de salud se vuelven prioridad y su situación económica por lo general se hace crítica; su pensión no alcanza o aun siendo solventes, provoca su incomodidad el asecho de quienes se sienten con derecho de reclamar sobre sus bienes. Y en el peor de los casos, padecen de insolvencia e iliquidez a la vez.
Se marchita su condición física y se fortalece la espiritual.
Ilustres personalidades que ocuparon lugares de honor, paradigmas de vida y promotores de derroteros que condujeron a buen puerto.
Y en la política, surgen otros para prometer lo que por fuerza de las circunstancias quedó pendiente.
Entonces, los adalides de siempre son reemplazados por quienes ahora les corresponderá construir su propia historia.
Ya pocos se ocupan de ellos.
Excepcionalmente aparecen.
Esa es la realidad.
Continúan siendo ilustres pero en silencio, con modestia y resignación.
En el remanso de su hogar les esperan.
Es hora de hacer honor a la amistad, a la confraternidad, a la calidez familiar.
A una nueva realidad, la de los hijos de los hijos.
El mundo percibe, es congestionado e intenso, poco apacible; siendo preferible evocar el pasado y considerar el futuro como algo de los demás.
Así es, como el silencio de los ilustres, se convierte en una pausa después de cada nota musical, al compás de una obra magistral escrita en el pentagrama de la vida.
Llega el momento de partir, y es entonces cuando, como dice Octavio Paz en un fragmento de sus versos, "desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen...". O Jorge Luis Borges en su poema titulado "Ya somos el olvido que seremos...".