Dicen sus adversarios políticos que Pedro Sánchez está mejor dotado para la propaganda que para la gestión. Es verdad. Nunca habíamos tenido tantas ocasiones de verificarlo como en la sucesión de acontecimientos que tensionan la política española desde hace unos días.
Los precios desbocados generan malestar social. Además, el inexplicado giro de la posición española respecto al futuro de nuestra antigua colonia del Sahara Occidental desorienta al bloque ideológico en el que se mueve el Gobierno de coalición.
Todo eso hace que el pedestal del socialista Pedro Sánchez se tambalee, al menos en la valoración de sus propios aliados, que en estas últimas horas han hecho sonar las alarmas sobre una eventual muerte prematura de la Legislatura. No creo que llegue a tanto la situación, pero no será por falta de motivos inspirados en la deficiente gestión de los dos grandes focos de la atención mediática y política.
Los dos asuntos cursan como teloneros de un creciente malestar en la opinión pública. Uno, la huelga de los camioneros. Otro, la humillación de la diplomacia española por parte de Marruecos a causa de una carta de Sánchez a Mohamed VI, hecha pública indebidamente por este, en la que se deja constancia de que España se pasa al bando marroquí en el contencioso saharaui después de cuarenta y siete años de neutralidad entre las partes enfrentadas.
Suficiente para que se resienta la doctrina oficial de Moncloa. Aquella que da por garantizados el crecimiento económico y la estabilidad política. Aquella que cuando la inflación empezaba a enseñar la patita, sostenía que se puede crecer aun subiendo los salarios y las pensiones.
Ahora, con el marco presupuestario desbordado, los precios al alza, las expectativas de PIB a la baja y la aparición de grietas en el llamado bloque de investidura de Sánchez, los nubarrones empiezan a teñir de negro el horizonte del Gobierno de coalición.
El discurso oficial sostiene que hemos vencido a la pandemia y hemos avanzado como país. Pero las últimas señales no cuadran con esa optimista visión de la realidad. A la hora de gestionar las contrariedades se está viendo que ya no sirve endosárselas a la ultraderecha y a Putin. Y tampoco sirven las ambigüedades para frenar la ira creciente de los camioneros o explicar el "volantazo" en el problema del Sahara.
Lo peor es el silencio de Pedro Sánchez. Su improductiva gira europea no justifica la falta de explicaciones, también en lo que se refiere al bloqueo del transporte. El presidente del Gobierno no comparecerá en el Congreso antes del consejo de ministros del martes 29. Hasta entonces, eclipse total en su relación con la ciudadanía.
Lo acabará pagando.