Me ha llamado siempre la atención cómo personalidades muy importantes, tanto en el panorama nacional y mundial, todas en cargos de inmensa responsabilidad, hacen uso permanentemente del twitter y otras redes sociales, no por lo que ello represente ante el avance de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, lo cual resulta obvio en un ejecutivo del mundo moderno, sino por el tiempo que les demanda estar atentos a responder frecuentemente los mensajes de manera oportuna y emitir diversas opiniones sobre lo que allí se publica.
Cabe pensar entonces que se reservan el espacio necesario en sus agendas, o que debido a sus múltiples oficios encargan a alguien para trinar en su nombre.
Si delegan, o sea, si otro es quien escribe por ellos, podría desnaturalizarse la esencia de la comunicación y frustrar la fantasía de quienes creen estar interactuando con el titular. Todo termina convertido en una farsa, en un engaño al no coincidir quizás muchas de las respuestas con el pensamiento de la persona a nombre de quién se emiten, e inclusive, puede pasar días sin que ésta siquiera se entere de lo que se haya escrito.
Una relación fantasma, una especie de “become the ghost”, palabra que se traduciría como "hacerse el fantasma", un juego inocuo entre desconocidos.
Al fin de cuentas, es este un escenario para decir cosas, donde caben todo tipo de expresiones, desde las básicas y sencillas, soeces y sarcásticas muchas de ellas; sin desconocer que excepcionalmente las hay bien estructuradas, reposadas, solidarias y hasta humanitarias, más bien pocas, dependiendo de quienes le sigan o a quienes se siga.
Una sociedad digital donde los hábitos se han visto transformados debido a los desarrollos en la esfera virtual, a través de la cual y por regla general, las personas se extraviarte y expresan lo que quieren, particularmente en lo social y lo político.
Es el twitter una opción convertida en válvula de escape, de críticas, disgustos y frustraciones; pero desafortunadamente también, utilizada para provocar la discordia, la violencia, "la polarización, la intolerancia, el fanatismo y el odio.", como lo anotaba Álvaro Leyva Duran al explicar sus motivos para no tuitear.
Circunstancias de las cuales, tarde o temprano, quienes las auspician tendrán que responsabilizarse, pues todos los trinos pasan a formar parte de un archivo a través del cual es posible conocer la forma de pensar e intenciones de quienes los producen. Inclusive, llegar a ser utilizados como prueba ante cualquier investigación adelantada por autoridad competente, convirtiéndose en un referente de por vida al alcance de los organismos Judiciales, porque aunque se borren, no se eliminan del todo.
Lo escrito, escrito queda para siempre, tanto que la administración Tremp, planea exigir el historial de cinco años atrás en las redes sociales de quienes soliciten una Visa para ingresar a Estados Unidos. Y no está lejos el día que algo igual suceda para la admisión en las universidades, los nombramientos en cargos públicos y hasta en las relaciones personales y comerciales.
En consecuencia, vale la pena considerar hasta donde conviene delegar un asunto tan personal, y susceptible de todo tipo de interpretaciones, con las implicaciones que ello pueda representar.
E igualmente, calcular el costo de las horas de ocio dedicadas a esta entretención.